A la chita callando, Jeremy Wariner lleva tres carreras de 200 metros en 2012:

1) En pista cubierta, el 2 de marzo, 20.93.

2) Al aire libre, el 16 de marzo, 20.66 (+2,6).

3) Y la tercera el pasado sábado, también al descubierto, en Arlington con 20.53 (+1,8) por detrás de un Wallace Spearmon (19.95) quien, por cierto, se ha convertido en el primer hombre que corre el doble hectómetro en menos de 20 segundos en el mes de marzo.

Jeremy Wariner lo tenía todo para convertirse en un icono. Ya sé que tiene un historial de ensueño: ha sido campeón olímpico y dos veces campeón mundial de 400 metros, amén de sus oros en el relevo largo. Pero yo me refiero a que podía haber sido un icono con mayúsculas de la historia del deporte.

En 2007, el récord de Michael Johnson temblaba a su paso. Parecía en trance de tumbar la barrera de los 43 segundos. Tenía cuerpo de ochocentista y un estilo ágil, desenvuelto, elegante. Había algo especial en él cuando corría. Adidas le pagaba una cantidad astronómica por cualquier bolo. Cuando le pedías una entrevista (en marzo de 2008 vino a España), se acariciaba su perilla y te decía, amablemente, que esas cosas se concertaban con tiempo y te pusieras a la cola. Gestionaba su imagen con afán publicitario. Ese precoz título en Atenas-2004 le facultaba para reinar en tres ciclos olímpicos, con sus correspondientes seis mundiales. No se oteaban adversarios en el horizonte. Todo el mundo le tenía respeto en el tartán.

Pero ese cuento de la lechera, el del récord mundial y el de la docena de medallas individuales (incluso insinuó que correría 200 metros en grandes campeonatos) se quebró en 2008. Justo en el día más importante, en plena final de los Juegos de Pekín, se le fundieron los plomos.

La letra pequeña del bajón resulta muy reveladora. Wariner había cambiado de entrenador al estilo Elena Isinbaeva, o sea, en su momento más dulce y sin otras razones, aparentemente, que las económicas. Y comenzó ese síndrome de la desorientación que padecen algunos deportistas cuando toman decisiones con el bolsillo, y no con la cabeza. Perdió en Pekín ante LaShawn Merritt por casi un segundo, en una actuación tosca e inexplicable. Volvió a caer derrotado ante él, con síntomas de acomplejamiento, en los Mundiales de Berlín-2009. En 2010 estuvo espeso, aunque cumplió con algunos triunfos en la Diamond League, siempre lejos de sus mejores prestaciones. Pero 2011 ni siquiera completó la temporada: se lesionó en julio, y hasta entonces se le vio fuera de forma y pasando apuros para llegar a Daegu (en los Trials hizo 44.88 y gracias).

En verano hará 4 años que Wariner no baja de 44 segundos. Todo lo que entre 2004 y 2008 era fluido y fácil, ahora se torna pesado y complejo. Ya no es raro verle perder.

En 2012 llega su última oportunidad de resucitar. Si no remonta con 28 años, no habrá más excusas. Ni siquiera le valdrá el pretexto de las lesiones, entre otras cosas porque está plenamente recuperado, como ha reconocido.

Quizá por eso, Jeremy ha realizado un invierno mucho más serio de lo que solía. Ha dejado de tuitear tonterías con sus fans, cuida su alimentación, hace sesión doble, y además se ha casado y espera un hijo.

Echando la vista atrás, su MMP de 200 metros es 20.19; probablemente valía algo menos en 2007, pero no es un corredor de distancias tan cortas. Por eso, su 20.53 es una señal esperanzadora; de hecho, en 2011 ni siquiera bajó de 20.71. Ese notable avance de 19 centésimas es un síntoma de trabajo y de concentración, ahora que ha vuelto con su entrenador de siempre, Clyde Hart. Y, aunque estar rápido por abajo no es garantía de alto rendimiento en 400 metros, sí constituye un indicio de salud, de que al menos va a intentar recuperarse.

Personalmente, dudo que Wariner vuelva a correr (por decir cuatro dígitos) en 43.85 ó menos. Pero, tal como están las cosas en los 400 metros, no le hace falta. Kirani James, el campeón en Daegu-2011, tiene el viento de cara por aquello de la juventud. Sin embargo, está muy tierno para que en 2012 vaya a deslizarse por el canal de los 43 segundos. Y LaShawn Merritt, sancionado por dopaje en 2010, ha dejado atrás aquellos maravillosos años suyos.

La clave en Londres-2012 será la recuperación. En eso debería centrarse Wariner. Que nadie espere marcas de altura. Estamos en una etapa de recesión en los 400 metros y encima el calendario propuesto por el equipo de Sir Sebastian Coe no ayuda: se disputarán tres carreras seguidas, sin día de descanso entre la semifinal y la final. Tendrá opción cualquiera que llegue en condiciones de hacer 44.25 y que en 24 horas sea capaz de reciclar el lactato. El Wariner de hace cinco años lo hacía silbando. El Wariner de hoy tendrá que sudar su acceso al podio, Trials mediante.

En cualquier caso, el 5 de agosto sale el último tren para la eternidad de Jeremy Wariner. Ha cometido errores, ha pagado caro por ellos. Pero el atletismo le necesita. En tiempos de crisis, sería despilfarro que un tipo con su talento, por distracción o pereza, desperdiciara la oportunidad de convertirse en el primer hombre que sube al podio de los 400 metros en tres Olimpiadas. Así que los aficionados sólo podemos decir una cosa: ¡Despierta, Jeremy, o no despertarás nunca!

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Licenciado en Periodismo y corredor practicante (cada vez más lento) a razón de 4/5 días por semana. Ha desempeñado diversas responsabilidades en instituciones públicas, siempre en el área de comunicación, y ha participado en los equipos de prensa de varias campañas electorales autonómicas, nacionales y europeas. Autor del libro "El Derecho a la Fatiga", un estudio sobre el dopaje en las carreras de fondo y mediofondo.

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