Existe una frase muy manida y utilizada por los atletas que ostentan plusmarcas mundiales, «los récords están para batirlos», que sirve para ocultar la rabia que le entra a uno cuando le birlan un récord mundial que tantos años de trabajo le costó. Hay veces que fastidia menos – cuando el que te lo quita lleva años rondando esa marca – y hay veces que fastidia un poco más, como cuando por ejemplo Sebastian Bayer pisa en la madriguera de un conejo de Turín y salta como nunca antes en su vida. Pero ninguna palabra de esa frase preparó a Qu Yunxia para lo que ha sucedido en Mónaco: para ver cómo Genzebe Dibaba batía uno de los récords mundiales más difíciles de la historia.
En tres minutos, cincuenta segundos y siete centésimas, la pequeña de las Dibaba tiraba por tierra el mito de la sangre de tortuga china que sobrevoló aquella época loca de récords sin control en el lejano oriente, cuando los récords caían como moscas a manos de las corredoras de ojos rasgados apellidadas Yunxia. Todo sucedió en apenas cinco días de septiembre de 1993: el día 8, Wang Junxia batía el récord mundial de 10.000 metros con 29:31.78 minutos. El día 11, Qu Yunxia batía el de 1.500 metros con 3:50.46 minutos. El día 13, Wang repetía gesta y batía el de 3.000 metros con 8:06.11 minutos. Eran los campeonatos nacionales chinos de ese año, y ambas fueron campeonas mundiales de 3.000 y 10.000 metros ese año.
Qu y Wang se apellidaban igual, pero no eran hermanas, y no compartieron algo más que el apellido después de su retirada: la sombra del dopaje. La federación china fulminó al entrenador de Wang, Ma Junren, después de que seis de sus atletas dieran positivo en los Juegos Olímpicos del año 2000. La entrada de Wang en el ‘Hall of Fame’ de la IAAF junto con atletas como Jesse Owens o Emil Zatopek fue calificado como «escándalo» por medios como el Telegraph.
Una historia llegada de la China profunda que pone en valor el récord que ha batido Genzebe Dibaba en Mónaco: ella también tuvo un ‘killing spree’ similar de récords mundiales en pista cubierta hace un año, cuando pulverizó los records indoor de 1.500, 3.000 metros y dos millas. Este año, después de una pequeña sequía, se ha lanzado a por los récords de 1.500 y 5.000 metros sin que por el momento sus entrenadores tengan que presumir de hacerle beber sangre de ningún reptil.
Y un último detalle: Dibaba no ha conseguido este récord sola. En Mónaco, Dibaba siguió la estela de una liebre de auténtico lujo. Su nombre es Chanelle Price, es estadounidense y además la vigente campeona mundial indoor de 800 metros. «La liebre hizo un gran trabajo», dijo Dibaba después de la carrera. Y tanto que sí. Cómo sería de duro el dichoso récord, que además de la mujer más rápida de la historia hizo falta una campeona del mundo haciendo de escolta.