Haile GebrselassieSi Etiopía tuviera unas rígidas normas de selección y no habláramos del atleta que hablamos, podría afirmarse con rotundidad que Haile Gebrselassie no disputará los próximos Juegos Olímpicos. Ayer fue cuarto en el maratón de Tokio con 2.08:17, el segundo peor registro de su vida tras los 2.09:05 de su pájara en Londres-2006. Una marca que, tal como están las cosas en la distancia de Filípides, no sirve ni para ir por casa. De hecho, aún no se han disputado las grandes majors de primavera y ya hay 15 etíopes que ya han corrido por debajo de 2.08 en 2012. Sí, han leído bien. Quince sub 2.08 en Etiopía y lo que te rondaré, morena.

La Federación abisinia es un misterio y por eso, sólo por eso, diremos que existe un 99% de probabilidades de que Gebre no intente luchar por su tercer oro olímpico. Dejamos el resquicio del 1% porque hace unas semanas, el máximo órgano atlético de aquel país amonestó a Kenenisa Bekele –y a una veintena de fondistas más– por no asistir a una concentración y, en cambio, felicitó a Haile por su disciplina ejemplar. Además, el Comité Olímpico tiene en su mano invitar a quien le apetezca con sólo un minúsculo gesto reglamentario. Es bien conocido que tras la ausencia de Sebastian Coe en los Juegos de Seúl-1988, ya no sale tan barato dejarse a una estrella en casa.

Pero puede que sea el mismo Gebre quien rehúse el billete para Londres. No está para liderar esta selva en que se han convertido los 42,195 kilómetros, con mucha gente capaz de hacer de 2.05:00 para abajo.

Ayer el Premio Príncipe de Asturias dio una imagen inédita de sí mismo: poco fluido, pesado, con el gesto torcido. El clima invernal tokiota le tumbó sin piedad. Le azotó con una brisa que incrementaba la sensación térmica de frío. Le hizo sentir el muro con una intensidad gélida. Y eso que las cosas no iban mal para él: pasó la media en 1.02:51 y marcó personalmente el tránsito por los 30 kilómetros en 1.29:07. Pero a partir de ese punto su zancada se volvió tosca. De ir a 2:58 cada mil, pasó a 3.10: una invitación expresa a la remontada de Michael Kipyego, casualmente uniformado de verde-Adidas como su verdugo en Berlín, Patrick Makau.

Gebre dijo que empezó a dolerle la espalda en el kilómetro 36, momento en que por cierto su acompañante Hailu Mekonen se rezagó. Incluso explicó que las molestias se agudizaban al afrontar los vaivenes que presenta el recorrido de Tokio en su parte final y que complican, como saben los buenos aficionados, que se logre una plusmarca mundial en ese circuito.

Y aún afirmó algo más: “Si no fuera por ese dolor, no me habrían atrapado los que venían detrás. Ahora estoy fresco, no estoy cansado, de verdad. Me siento tan entero que podría disputar un maratón dentro de dos semanas”.

¿Otro maratón en dos semanas? ¿Habla en serio el Pequeño Emperador? ¿O no debemos creernos sus declaraciones en caliente, como en Nueva York-2010, cuando anunció que se retiraba del deporte y Jos Hermens tuvo que desmentirlo al día siguiente?

La verdad es que Gebre, a estas alturas, ya no tiene nada que demostrar a nadie. Es un caso de longevidad y calidad prácticamente sin parangón en la historia. Lleva 20 años en la élite, desde que en verano de 1992 ganara el Campeonato del Mundo Junior de 10.000 metros. La versatilidad demostrada en su trayectoria –llegó a poner en apuros a El Guerrouj en los 1.500 metros en las campañas de pista cubierta de finales de los noventa y, años después, batió dos veces el récord de maratón- le colocan en la cima de los más grandes. Posee medallas en todo. Sólo el cross se le ha resistido, quizá porque no ha puesto empeño.

Si corriera y ganara el Maratón de los Juegos Olímpicos de 2012 sería como un cuento de hadas. Sin duda es el favorito sentimental de casi todos los seguidores del atletismo. Pero según su pasaporte, el próximo 24 de abril cumplirá 39 años. El de ayer en Tokio es el primer maratón que termina desde el 20 de septiembre de 2011. Y hace más de cuatro temporadas que no baja de 2.06. Con esos números se lo merendaría cualquier integrante del equipo de Kenia, vaya quien vaya a Londres. Y sus compatriotas etíopes. Y quizá también los eritreos, ugandeses y hasta algún japonés o americano. Incluso un europeo inspirado como el suizo Víctor Rotlin, que ayer casi le atrapa, podría dar cuenta de él si bajara la guardia en Londres, desanimado por no replicar el ritmo de los mejores.

Y es que no es Gebre un tipo acostumbrado a luchar por un puesto de finalista. Sabe tanto de atletismo, tiene tanto orgullo, es tan consciente de su condición de leyenda viva, que dudo que se moleste ni siquiera en descolgar el teléfono para pedir que le seleccionen.

Haile, casi seguro, casi definitivo, no irá a Londres ni falta que le hace, aunque a todos nos encantaría verle. Reflexionará en frío, preparará algún maratón de otoño, aprovechando que habrá mucha estrella descansando tras los Juegos, y se despedirá como el gigantesco deportista que ha sido, tal vez triunfando en una carrera diseñada a su medida. Y ese día del adiós, igual que cuando se iza una bandera o se rinde tributo a los héroes, nos pondremos de pie en señal de gratitud y respeto.

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Licenciado en Periodismo y corredor practicante (cada vez más lento) a razón de 4/5 días por semana. Ha desempeñado diversas responsabilidades en instituciones públicas, siempre en el área de comunicación, y ha participado en los equipos de prensa de varias campañas electorales autonómicas, nacionales y europeas. Autor del libro "El Derecho a la Fatiga", un estudio sobre el dopaje en las carreras de fondo y mediofondo.

2 Comentarios

  1. Posiblemente hablemos del más grande atleta de la historia(o al menos uno de ellos).»La sonrisa del atletismo».Grande Haile.Referente para todas las generaciones:pasadas,actuales y futuras.Idolo por siempre

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