África es un continente mundialmente conocido por ser una inagotable cantera de fondistas, un conjunto de países con unos ránkines de corredores de fondo y maratón que son la envidia del mundo entero, pero pocos se paran a pensar en otras caras del atletismo africano, aquellas que no comprenden solamente las distancias de largo aliento. No salen en anuncios de grandes marcas, no son ídolos de masas, no hacen el arquero ni baten récords mundiales, pero existen y desde hace muchos años: son los silenciosos velocistas africanos.
Nigera es una de las grandes productoras de sprinters del continente negro: desde principios de la década de los noventa, los velocistas nigerianos han estado presentes en numerosas grandes finales. El último ejemplo es la corredora que corona este artículo, la joven Blessing Okagbare, que desde hace varias temporadas se prodiga con éxito no sólo en la velocidad corta sino también en el salto de longitud. Su última gran hazaña fue colarse en la final del hectómetro de los Juegos Olímpicos de Londres, donde ganó su semifinal con su mejor registro de siempre (10.92 segundos) y donde consiguió un meritorio octavo puesto. También participó, con menos suerte, en el salto de longitud, disciplina en la que ya consiguió el bronce olímpico en Beijing 2008 con tan sólo veinte años de edad. Y salta más de catorce metros en triple salto. Una reencarnación de su compatriota Chioma Ajunwa, campeona olímpica de longitud en Atlanta 1996 y finalista mundial de sesenta metros lisos en París.
El ejemplo de Okagbare, todavía dando bandazos entre la velocidad y los saltos horizontales, no es ni de lejos el primero que pone de manifiesto la carga genética velocista del continente africano. Falilat Ogunkoya ya abrió la lata de las medallas olímpicas hace más de veinte años, cuando consiguió el bronce en los Juegos Olímpicos de Atlanta, en 1996, corriendo los cuatrocientos metros en 49.10 segundos, a día de hoy récord del continente. Más tarde, y hablando todavía de la vuelta a la pista, fue subcampeona mundial indoor en Maebashi y cuarta en Sevilla, si bien su carrera comenzó cuando se proclamó campeona mundial junior de doscientos metros en 1986. Una final en la que los doscientos metros fueron de doblete nigeriano, ya que segunda fue su compatriota Mary Onyali-Omagbemi, atleta que más tarde sería bronce olímpico de esta distancia en Atlanta. No necesita presentación tampoco Amantle Montsho, medallista internacional de los cuatrocientos metros femeninos en los últimos años.
FASUBA Y FREDERICKS, LOS AFRICANOS MÁS EXPLOSIVOS
Si hay un nombre masculino dentro de la velocidad africana actual ese es el de Olusoji A. Fasuba, campeón mundial de sesenta metros lisos en Valencia y un habitual de los nueve segundos en los cien metros lisos. Doble campeón africano del hectómetro, Fasuba ostenta el actual récord africano de cien metros (9.85 segundos) y consiguió ser cuarto en los mundiales de Osaka. Sentó precedente, entre muchos otros, el atleta de Namibia Frank Fredericks, un habitual de las grandes finales desde principios de los noventa que en Barcelona y Atenas fue doble subcampeón olímpico de cieny doscientos metros, cuatro medallas olímpicas para Fredericks. En un extenso palmarés deportivo, cabe destacar sin duda que también fue campeón mundial en Maebashi y subcampeón en Goteborg. Gary Kikaya, corredor de la República Democrática del Congo, ostenta actualmente el récord africano de 400 metros con 44.10 segundos, añadidos a su medalla de bronce en los mundiales indoor de Budapest.
LA SORPRENDENTE EXPLOSIVIDAD KENIATA
Es complicado pensar en Kenia en términos no-fondistas, pero el país rey del largo aliento ha sacado una cantidad sorprendente de velocistas de alta calidad. Samson Kitur paseó la bandera keniata más rápido que nadie por las pistas de atletismo de todo el mundo, siendo bronce olímpico en Barcelona en la distancia de cuatrocientos metros, acreditando igualmente una buena marca de 44.18 segundos en la distancia y una plata de los mundiales indoor de Sevilla. El ugandés David Kamoga fue bronce olímpico en los cuatrocientos metros de Atlanta, un año antes de ser subcampeón mundial en Atenas en 1997. Otro cuatrocentista, este también nigeriano, Innocent Egbunike, consiguió una plata mundial en la vuelta a la pista de los mundiales de Roma 1987 tras haber sido finalista en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles.
La historia de la velocidad africana es, como podemos ver y sin haberla agotado en su totalidad, bastante más rica y extensa de lo que a priori pueda parecer. Países como Sudáfrica sacan cada año una cantidad interesante de velocistas, de los que es ahora gran exponente Óscar Pistorius junto con el finalistas de doscientos metros en Londres Anaso Jobodwana, si bien quedan enterrados en las montañas de banderas estadounidenses y jamaicanas que copan los ránkines mundiales de las distancias cortas. Pero existir, existen, y de vez en cuando consiguen meter la cabeza en la historia de la velocidad.