Diario definitivo de Cebrián
Buenas noches, o madrugadas, como diría aquel presentador de televisión.
Tras haber abierto hilos en mi primer año oficial de atletismo (17-18), y siguientes (18-19 y 19-20) y tras la inactividad, vuelvo, con todos ellos ya cerrados, como las temporadas que pretendía narraros en cada uno, para hacer uno, el definitivo.
Se viene mucho texto, pero bastante gente siguió mis diarios y mis sensaciones y seguro que se engancha a él. Dejé muchas cosas en el aire:
Dejé esto allá por noviembre de 2019. Como os comenté y no volví a hablar mucho más, tenía pendientes pruebas rutinarias: Holter-24h y Test de Esfuerzo. El Holter, por motivos logísticos -estudios, entrenamientos y horarios- no pude ponérmelo, pero no tuve ningún evento extrasistólico reseñable. El Test de Esfuerzo lo realicé con Bruce Modificado tras 40 o 50 días de entrenamiento y arrojó un VO2 próximo a 50 (14 METs). Nada mal si tenemos en cuenta que me ejercito muy intermitentemente. ¿Por qué me lo pidieron? Para ver si podía ir a campeonatos. ¿Qué salió? Que estaba genial y mi corazón respondía bien al deporte, que las pulsaciones sobre 200 son fisiológicas, que se deben a una gran adaptación del árbol vascular a la presión sanguínea y a una inervación adrenérgica prolija y que no había riesgos. ¡Todo correcto!
Pero no fue tan fácil. Os comenté que 3 compañeros estaban mal de la rodilla, porque mi entrenadora, en mi opinión -y luego algunos y algunas la suscribisteis- abusaba de ejercicios en terrenos irregulares y a una pierna, así como series al final de las sesiones, mientras que nunca nos mandaba al gimnasio ni usábamos peso para fortalecer los distintos grupos musculares. Bien, yo no me llegué, afortunadamente, a lesionar, pero tras los exámenes, tuve que hacer un parón. De diciembre a ... ¿febrero? Cuando justo llegó la pandemia.
En efecto, en una casa española promedio tuve que hacer el deporte que pude. Caminar en un balcón enano, hacer flexiones, un poco de core con vídeos de un italiano majete -que metía no pocos cortes entre cada ejercicio mientras que yo tenía que hacerlos seguidos- y de BuffAcademy -gracias al cual estoy bastante fuerte, que no grande, ahora mismo-, y algo de jogging en una baldosa. Cuando abrieron de nuevo todo, en el caso de Valencia, ya entrado junio, tuve exámenes de nuevo (ni en pandemia para la Universidad), así que pude entrenar entre poco y nada. Las instalaciones, por cierto, cerradas. No me invento excusas, ahí tengo fotos del lugar de entrenamiento clausurado hasta julio. Nuestra 'fase III' -o como fuese-, llegó mucho más tarde que para el resto de España.
Ya en julio salí a correr unas pocas veces, constatando que estaba verdaderamente mal de forma, y en agosto hice natación una semana en Dénia. En un comienzo fue orientada hacia muscular, por lo cual nadé y nadé con tubo durante horas, pero después me lancé a lo que más amo, las aguas abiertas y el buceo a palo seco, durante otras tantas horas más. Me fatigaba, pero iba bien de pulsaciones y, verdaderamente, tonificaba rápido. Le cogí MUCHO gusto a un deporte que no exacerbaba mi rara urticaria colinérgica -sí, todo me pica, me pongo como un tomate y se me seca la piel cuando mi cuerpo sube su temperatura, pero no es nada malo, y se pasa a los 20 minutos de terminar el deporte-, y que me mantenía en forma, esculpido y con poco sufrimiento.
Llegó septiembre y, si os soy honesto, no volví a correr hasta el 31 de marzo. ¿Me rasqué los...? No. Ni mucho menos. No del todo, mejor dicho. Salí todas las semanas a pasear, unos 15 kilómetros, a veces 20... en la mejor de ellas, incluso, podía hacer 30. Para mantener las piernas poco mejor que como un palillo y para mantener mi peso, que en pleno entrenamiento estaba en 74 kilos largos -menos de 75, en todo caso-. Ahora está en 77 exactos, y tiene sus correlatos. Lo conseguí. Al menos conseguí que los parámetros estuviesen en orden en los análisis de sangre (junio-2020) y no hubiese problemas ni enfermedades los meses siguientes. Sigo CoVid-free, por el momento a día de hoy.
Sin embargo, por un grave acontecimiento familiar, un cisma, nada preocupante a nivel de pérdidas tangibles, pero que no deseo a nadie vivir, caí en el pozo, aprobados 46 de 46 exámenes hechos en Medicina a día de hoy, en 4º curso (y me leíais entrando recién en 1º, lo que pasa el tiempo, macho...), y decidí centrarme no sólo en mis estudios, sino en mi deporte, en mis amigos, en mis relaciones y, en definitiva, todo lo que hacía que tuviese SALUD MENTAL. Ya que mi mayor psicólogo, tras muchos visitados, he resultado ser yo en compañía de mis amigos y haciendo algo que me gusta.
Dicho esto, sabéis que me encanta zarzanear y con el dinero que ahorré, exactos 200 euros, de un trabajo que hice, no excesivamente bien pagado, pero al que no debo mirarle el diente, busqué un buen 'peluco' con el que volver a las andadas. Como sabéis que no tuve buenas experiencias con ninguno de los que compré, todos 'New Era', me fui a lo clásico. A lo que prescindía de sensores y florituras varias para no quemar la batería y obligar a su fabricante a perder precisión a cambio de algo más de vida útil. Que digo yo que si me quedo sin batería, podré cargarlo, que en 7 días puedo espabilar para poner 1 o 2 horitas en el USB el cacharro y no doblar el precio sólo por tener que esperar 20 días a hacerlo y, a cambio, que me mande a la Cochinchina... Bueno, el caso es que encontré en la famosa tienda de Internet un Suunto Ambit 3Peak con banda de frecuencia cardiaca , fabricado en 2015 -no New Era, por ende-, sin sensores fútiles, y pesado como él solo, pero muy optimizable, su barómetro, sus mapitas, su temperatura, su tal... por 200 euros exactos y allá que me fui.
¿Qué podía perder? Empecé en julio de 2017 con un relojazo de baja gama de Decathlon, que retiraron al mes de comprármelo. El mismo mes que tuve de garantía para cambiarlo porque un día se reseteó, pitó y decidió no volver a encenderse. Algo sospechaban ya en la tienda, que ni lo comprobaron. Devolución, y a otra. Me compré un Forerunner 235 a mitad de precio en rebajas de septiembre de 2017, con un sensor de pulsaciones desviado un 4% y un GPS que se comía un 4% de error, también, casi exactamente igual que el móvil y que sólo ofrecía más extras que una de Tarantino. No estoy en contra del 4% de error, pero en rectas... Si es en montaña, te lo compro, puentes, bosques, etc., pero rectas... Lo vendí a un chaval que lo quería como el agua de mayo, que jugaba en Regional Preferente, y me hizo un apaño, por 40 euros menos de lo que lo compré, amortizado ya tras 1 año y considerando que en pocos meses se quedaba sin garantía. En eso, dije que ya no pillaba uno, pero salió Suunto con su Spartan Trainer Wrist y dije 'allá vamos'. 3 días duró. En ciudad no dio ni una ruta bien. Ni una. En línea recta se 'jamó' más del 4%, tenía muy poquitas opciones, el sensor de pulsaciones perdía muy frecuentemente mi pulso -y no tengo muñecas tan pequeñas- y me daba picos de 50 kilómetros por hora, que ni divididos entre mis dos piernas se acercarían a la realidad. Lo devolví y tampoco me dijeron nada; en efecto, ese mes tuvo tres reseñas negativas por el mismo motivo y su valoración en webs de referencia bajó bastante. No fue el Spartan que esperábamos -cómo no, lo probé en natación también, y una piscina de 25 metros me la hacía de 41, y 10 brazadas las contaba como 18... en fin, que una escopeta de feria fallaba menos-. Me estuve quietecito, lo prometo, hasta que dos meses después reuní más dinero para el Garmin Fénix 3. El plateado tan famoso. No mejoraba la precisión del Forerunner por mucho, pero oye... si mantenía ese 3% en todos sus sensores, yo me lo quedaba, lucía piquetón. ¿Problema? El barómetro. Subía en ascensor y pasaba de 21 metros a 128, luego bajaba y me marcaba 105, iba a correr y me decía que había ido a -5 metros... siempre tormenta, claro, con esos cambios de altitud y presión por ende en unos segundos... el Katrina incoming. Total, que probé los modos indoor. Iguales que el Forerunner. Probé su sensor... en la línea exacta del Forerunner. Y me había costado 300 euros. Finalmente, en ciudad mostró una carencia que todos tienen, pero que en su caso elevaba el error al 15% que eran edificios y, más que árboles, los puentes. Perdía bastante señal, tenía inconsistencias muy graves, en pista se comía TODAS las curvas... Fuera. A la tienda a devolverlo y, de nuevo, el chaval explicando que había varias devoluciones por lo mismo. Cuando veas un 'cacharro' de estos a muy bajo precio y a meses de que no vuelva a venderse por el mismo fabricante, cuya gama superior ya ha salido (Fénix 5 en ese momento era TOPE DE GAMA) y cuya valoración va decayendo, huye. Y ahí aprendí la lección... hasta anteayer.
Tras días queriendo salir del pozo y planteándome la natación y correr -en campo, mejor, pero no le hago ascos a la ciudad mientras viva en ella casi todo el año-, busqué relojes, convine que ninguno post-2017, que Suunto me iba bien, que no quería florituras sino sobriedad, que no quería sensores ni sacrificios de precisión a cambio de batería, y que quería una mezcla entre un Fénix 3 y un Spartan. Y salió este bendito. Así que, os cuento: