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Los sufijos itis y osis, se utilizan en terminología médica para separar dos situaciones patológicas que presentan diferencias estructurales relacionadas normalmente con la causa que las provoca o el tipo de mecanismo fisiológico que se desarrolla para su instauración.

Tendinitis: síntomas, causas, prevención y tratamiento

Una tendinitis se desencadena debido a la reacción inflamatoria del tendón y de su vaina que puede deberse a un movimiento repetitivo -muy frecuente en los corredores la Tendinitis Rotuliana, por ejemplo-, una infección, un traumatismo o por irritación mecánica persistente, entre otros.

También se utiliza el término tendinitis cuando se produce un acceso agudo (y tendinosis cuando se trata de una situación crónica).

Los síntomas de una tendinitis o peritendinitis (inflamación de la vaina del tendón) se pueden detectar porque en la fase aguda aparece dolor en el tendón afectado, tanto durante ejercicio como después. Si la situación pasa a ser crónica, el dolor inicial puede desaparecer durante los primeros minutos del calentamiento. Asímismo, se produce una alteración de la función del propio tendón.

Se puede detectar una tendinitis mediante una radriografía de partes blandas y el tratamiento habitual es enfriar el área lesionada durante la fase aguda, descansar de forma activa hasta que se solucione el problema y aplicar calor y calentadores durante el ejercicio.

Si el problema es más avanzado, habrá que acudir al médico o fisioterapeuta para que proporcione al atleta un programa de ejercicios (isométricos, dinámicos, excéntricos, con extensión…) y será la decisión del profesional aplicar un vendaje de sujección, antiinflamatorios, electroestimulación o ultrasonidos y como última medida, cirugía.

Es posible que la tendinitis sea de las lesiones deportivas más difíciles de tratar y curar totalmente. Muchos atletas sufren de tendinitis crónica por no parar inmediatamente el entrenamiento tan pronto como aparece el dolor, lo que lamentablemente en ocasiones deriva en la imposibilidad de seguir con la vida deportiva (o en esa modalidad).

¿Cómo prevenir una tendinitis? Es muy importante saber cómo para que no suceda lo anterior comentado. El calentamiento completo es muy importante antes de cada sesión de ejercicio, al igual que el estiramiento de después. El equipamiento adecuado es vital, en correr, unas buenas zapatillas evitan más tarde quebraderos de cabeza. Por último, no entrenar por encima de las posibilidades de cada uno, manteniendo una buena forma física y musculatura en general y aprender un poco de técnica básica de carrera.

Tendinosis

Tendinosis hace referencia a un proceso degenerativo (de desgaste) en el que el componente inflamatorio no existe, o muy poco, y no es la base sobre la que se asienta la desestructuración del tejido; aunque pueda clínicamente cursar con “brotes” inflamatorios puntuales. Y sobre todo, se usa el término cuando nos queremos referir a una situación crónica.

En la tendinosis, el dolor no tiene por qué ser un síntoma o manifestación principal.

El proceso de restauración de una solución de continuidad en los tejidos “heridos” humanos se efectúa básicamente y principalmente a través del tejido conjuntivo. La reparación o cicatriz es una cicatriz conjuntiva sea en el exterior (piel y tejidos adyacentes), sea en el interior (fascias, músculos, tendones) (René Leriche). Esta reparación conjuntiva está regulada por el sistema nervioso vegetativo, “cualquier traumatismo es un traumatismo vasomotor (René Leriche) del vegetativo”. Estas fibras de conectivo y su magma intersticial, serán funcionalmente correctas si al finalizar el proceso consiguen orientarse a la manera en como están orientadas las fibras del conectivo normal en el tejido lesionado. Ello es especialmente importante en estructuras como el músculo, el tendón y los ligamentos. Además la cicatriz tiene “vida propia”, se debe a que los fibroblastos (auténticas células madre) que en ella habitan, son capaces de diferenciarse y convertirse en tejido vascular, nervioso y a veces incluso muscular.

En las Osis, el enfoque terapéutico es esencialmente diferente. Se buscará la causa que provoca la degeneración para intentar actuar sobre ella además del tratamiento local. Desde el punto de vista práctico, pueden adoptarse dos actitudes principales: una actuar en la “lesión” para provocar cambios en ella que reconduzcan a la restitución; y la otra, estimular al organismo para que él mismo auto-regenere el tejido dañado (normalmente son técnicas que actúan sobre el vegetativo).

Esta característica especial, hace que la cicatriz pueda influir en la zona o en el conjunto, a través del vegetativo o de las estructuras propiceptoras o nociceptoras, provocando un estímulo medular segmentario persistente (Pedro Romero) que resultará con manifestaciones de todo tipo (por mecanismos de plasticidad neuronal), incluso muy alejadas de la zona de la lesión, y sin relación anatómica aparente. Nada nuevo bajo el sol respecto a este concepto, las manifestaciones dolorosas de la duramadre no tienen (de hecho no lo hacen) porqué seguir los trayectos del dermatoma, ni las distribuciones segmentarias metaméricas (James Cyriax).

La primera actitud es esencialmente “agresiva e intervencionista”; la segunda es digamos que menos agresiva e intervencionista. Cualquiera de ellas dispone de varios métodos, técnicas, y protocolos. Los resultados que ofrecen tienen variables no perfectamente contrastadas. La experiencia muestra que cuando se dan estas situaciones (muchas propuestas para un mismo tema) es imposible generalizar (cada caso es diferente). Y, o no se ha encontrado aún el método realmente efectivo, o se está hablando y tratando de cosas diferentes a las que se les ha puesto equivocadamente la misma “etiqueta”.

Respecto a la introducción de sustancias en el seno o la periferia de un tendón (o en sus zonas de inserción) o en un ligamento degenerado o débil, ya en la década de los 50 el Dr. Ongley propuso la infiltración del mismo con una solución de fenol-glicerina, sustancia que en la época se llamó P25G. La publica Cyriax como un procedimiento útil en este tipo de afecciones, y por error de imprenta se conocerá como P2G. Estamos explicando una pequeña historia de los inicios de la PROLOTERAPIA. Es una técnica que se abandona en el tiempo porqué es altamente irritante y dolorosa, además de relativamente larga en su proceder (de tres a seis meses). Se basaba en provocar una irritación importante en la zona que dejaba una “cicatriz” exuberante que reforzaba ese tendón o ligamento de manera considerable. Los resultados que se obtenían no eran despreciables, pero el proceso para conseguirlos, demasiado engorroso.

Las actuales técnicas dirigidas a la zona “lesionada” del tendón o del ligamento tienen como base de justificación las experiencias de la Proloterapia. Se trata de dirigir puntualmente una serie de sustancias o células lo más cercanas posible para provocar una reacción curativa por la “irritación” que provocan (técnicas de inyección de células madre, o de concentrado de sangre autóloga (factores de crecimiento) guiadas ecográficamente; EPI, etc.…). Tienen la ventaja con respecto a la Proloterapia clásica en que la reacción zonal es mucho más delimitada, no provocan tanto dolor; y, cuando son efectivas, lo hacen en un más corto espacio de tiempo. Falta aún bastante para que la ciencia acepte la evidencia de la validez de estos procedimientos.

El resto de técnicas, procuran actuar consciente o inconscientemente sobre la zona, o en el segmento vertebral y metámera de influencia, “espabilando” al vegetativo o al “sistema nervioso de los nervios” (el conjuntivo de las estructuras nerviosas periféricas, también dispone de sus propios nervios) en un intento de estimular la auto-reparación del organismo.

En cualquier caso, lo que funciona, funciona. Pero no con todos tiene que suceder lo mismo por igual. Identificar la causa que realmente ha provocado la tendinosis (Diagnóstico etiológico, no diagnóstico descriptivo) sigue siendo esencial para decidir el tratamiento o la terapia más adecuada al problema de cada paciente en concreto. A veces se hace muy difícil encontrar el verdadero origen que provoca la degeneración. Cuando no se consigue, y persisten las molestias hay que conformarse momentáneamente con el tratamiento sintomático. Cuando hablamos de Lumbago, estamos describiendo simple, pura y llanamente que existe un dolor localizado en la zona lumbar. No estamos haciendo en absoluto referencia a ninguna de las más de 20 causas que pueden producir este dolor en esa zona.

Es difícil cuando se escribe, plasmar correctamente lo que se quiere decir. A pesar de los esfuerzos del autor, muy posiblemente el lector leerá cosas que el que redacta no ha escrito. Si añadimos el efecto globalización y la generalización de conocimientos en otros idiomas, las transcripciones o las traducciones pueden añadir elementos distorsionantes que pueden acabar en interpretaciones finales que poco o nada tienen que ver con la idea original. Sucede por ejemplo con la palabra artritis, en inglés se usa indistintamente, y significa artrosis, la diferencia parece sutil pero es importante. Los americanos no diferencian entre accidente e incidente, es otro ejemplo. Además, generalmente se usan términos muy concretos de actividades especializadas que deberían estar restringidos en su uso, y que aumentan por ello las posibilidades de confusión.

Se ha generalizado tanto el lenguaje médico, que hoy en día, hay que ser muy cauto interpretando palabrejas técnicas. Según quién, cuando y como utilice un término como el de “epicondilitis”, va a significar una u otra cosa. Sucede que cuando tras una manifestación como la de “tengo una epicondilitis” se dirige la atención hacia la columna cervical; la inicial reacción de quien consulta es de cierto (o mucho) estupor y desconfianza. Este es uno de los múltiples ejemplos que acontecen en la práctica diaria.

Aunque es una reacción natural, querer culpabilizar a una estructura y darle el nombre correspondiente como causante del DOLOR que uno sufre, resulta inconveniente para el lego usar de estas terminologías especializadas. Si más no, ello puede provocar la desatención del problema principal que es ni más ni menos el intentar encontrar el motivo por el que aparece el dolor, y poder actuar correctamente para solucionarlo si ello es posible.

El paciente, debe volver a aprender a ser paciente (en el verdadero sentido etimológico de la palabra); si el paciente se ha convertido en cliente, obtendrá con seguridad lo que ofrezca el mercado en ese momento y lugar. Si el paciente insiste en ser cliente, debe diferenciar si lo que desea es un “Proveedor de Asistencia” o un “Proveedor de Técnicas” o un “Proveedor de Resultados”. Y según la elección deberá dirigirse a uno u otro lugar. Lamentablemente, en Medicina no existe (de momento) la figura del Proveedor de Resultados. Salvo en el caso de la cirugía estética, que sí está obligada por ley contractual a cumplir con los objetivos establecidos. El resto está obligado por “lex Artis”, que significa se ha hecho lo que se puede según conocimiento y medios. Tan solo es inexcusable la falta de atención, la impericia, la negligencia, o el dolo (mala intención).

Aunque es bueno que el paciente conozca algunos términos y palabrejas de la jerga médica, no es deseable que las utilice en la relación como asumidas; el médico tampoco debería pontificar limitándose a poner un nombre rimbombante al motivo de la consulta. Lo ideal es poder explicar con palabras llanas, sencillas y comprensibles, lo que se cree que está pasando y las posibles opciones de tratamiento. Ello redunda en la auténtica comprensión por parte del lesionado, que podrá así implicarse plenamente al incorporarse en el proceso.

A fuer de parecer antiguos, para describir lo que uno sufre, sigue siendo válido el axioma:

  • Qué (dolor),
  • Cómo (quemazón),
  • Cuándo (al correr),
  • Dónde (en el lado interno de la rodilla);

el Porqué, es el apartado que se pretende dilucidar, y forma parte del quehacer diagnóstico etiológico (médico). Sigue siendo mejor usar este “mecanismo” que el de la terminología especial aprendida. Su uso generalizado y variopinto, lamentablemente ha degenerado la mayoría de estos términos, que han dejado de significar aquello para lo que fueron creados. Esto hace más engorroso el poderse “entender”.

Cuando consultamos, no lo hacemos por tener artrosis, o otra cosa, lo hacemos porque tenemos dolor, o una limitación, o por diarrea, o por dificultad al orinar, etc. Lo mejor para poder ser entendido es intentar explicar con el máximo detalle lo que nos acontece, evitando palabras o términos de los que desconocemos el auténtico significado.

Esto es especialmente importante cuando, por las actuales condiciones que nos ofrece la tecnología se pretende obtener un consejo o una orientación para las dolencias que padecemos. El intento de diagnóstico a distancia puede acarrear importantes y lamentables malos entendidos.

A pesar de que la tecnología de la imagen ha hecho unos avances espectaculares, tampoco se debería confiar exclusivamente en ella.
En fin, de momento, como decía uno de nuestros maestros, “por muy espectacular que sea el avance tecnológico en la medicina del futuro, la auténtica medicina seguirá siendo siempre una cuestión de criterio”.

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