Maratón de Atenas 10 de noviembre 2019
Fue en 2018 cuando yéndome de viaje con mi mujer en el aeropuerto, me dijo que el año que viene tenía que hacer una maratón pero que si la hacía debía de ser la de Atenas. En mi cabeza había pasado debutar en Madrid, Valencia o por cercanía York o Londres (si los astros se alineaban en el sorteo) pero lo cierto es que la idea de Atenas siempre había rondado mi cabeza. Grecia es especial para mí, mi propia mujer es griega aunque no de Atenas, y la épica y la historia de esta prueba superaban las dudas acerca de la dureza de la prueba, especialmente para un debut.
Han sido 3 meses de duro entrenamiento, relatados en este diario y a los que muchos habéis contribuido con vuestro ánimo y consejos. El viernes viajaba a Atenas lleno de ilusión y con un único objetivo, conseguir el título honorífico de maratoniano, en el mismo recorrido donde Spyros Louis se coronó como primer campeón olímpico en la prueba que inauguraba la disciplina.
El viernes visitaba la feria del corredor en Faliro quizás uno de los fallos puesto que queda un poco a desmano y no es accesible en metro por lo que tuve que manejarme por el transporte público ateniense en plena hora punta, suerte que llevaba guías locales. Durante todo el fin de semana Atenas respiraba maratón, el sábado salía a estirar un poco las piernas por los jardines nacionales al lado de la plaza Syntagma donde se alza el parlamento heleno y a las 7 de la mañana las calles ya bullían con corredores venidos de todo el mundo apurando las últimas horas. El tiempo era claro que no iba a acompañar puesto que hacía un calor inusual para noviembre y las previsiones pronosticaban un día con lluvia y tormentas. El sábado apenas pude dormir bien de los nervios ante mi debut en la maratón y antes de que me diera cuenta era el gran día.
Tras desayunar, a las 6 de la mañana del domingo salí del hotel para encontrarme con decenas de corredores que subían en dirección a Omonia para coger uno de los cientos de autobuses que nos llevarían a maratón. Mientras nos alejábamos de Atenas, iba amaneciendo y por la ventana podíamos vislumbrar las colinas a las que nos tendríamos que enfrentar durante la carrera.
Una vez en maratón, los corredores nos agolpamos en torno al estadio de atletismo de la histórica localidad y aunque en un principio había amanecido soleado las nubes iban apareciendo en el horizonte. Una vez los corredores nos concentramos en la salida, una lluvia fina pero persistente comenzó a caer sobre nosotros.
Tras la salida la ancha carretera de maratón evitaba excesivos cuellos de botella y la lluvia pareció amainar cuando nos desviamos para rodear el túmulo funerario de la batalla de maratón. Es este desvío una inclusión posterior al circuito original de los JJOO de 1896 para cumplir con la distancia oficia, de 42,195 km. Los vecinos animaban tímidamente mientras nos ofrecían ramas de olivo, las cuales se otorgaban en la antigüedad a los campeones olímpicos y una de las cuales llevé conmigo hasta el estadio de Atenas.
La ruta transcurría en silencio mientras atravesamos los campos de olivos tratando de reservar fuerzas mientras el terreno era llano. Al llegar a Nea Makri sus vecinos nos recibieron con música y gritos de apoyo infundiéndonos ánimos y ayudándonos a imaginar como era la atmósfera en esa primera maratón, donde los corredores solo tenían algo de apoyo al atravesar las aldeas que pueblan la avenida de Maratón.
Una vez pasamos por el kilómetro diez, el circuito se empezó a complicar con numerosas subidas y bajadas, mientras se alternaban el sol abrasador, los chubascos y el viento. Desde hacía unos días había decidido que no debía preocuparme de la marca puesto que esto solo me llevaría a quemarme demasiado temprano y quizás evitar que terminara la carrera, pese a ello pasé por los 10 kilómetros por debajo de los 50 minutos.
Atravesamos las colinas quemadas cercanas a la aldea de Mati, gravemente afectada por los incendios de 2018, donde los vecinos enlutados nos ofrecían apoyo mientras protestaban por la falta de acción y compensación del gobierno frente a la tragedia.
Una vez dejamos atrás la villa de Rafina donde los vecinos habían inundado sus calles con música y gritos de apoyo, nos acercamos al temible kilómetro 20. Pese a las subidas y bajadas de los diez kilómetros previos, todos sabíamos que era en ese momento cuando las cosas se pondrían duras de verdad. Atravesé la media maratón en 1 hora 53 minutos en estos momentos concentrado en acabar la prueba y tratando de reservar energías durante la subida. Fueron estos los kilómetros claves de la prueba, con lluvias pasajeras y viento que unidos al calor iban propiciando algunos abandonos pero yo seguía a mi ritmo despacio pero constante en la subida.
Los diez kilómetros se hicieron eternos que transcurrían en absoluto silencio excepto en algunos puntos de animación localizados en los pueblos que atravesaba la ruta. Poco a poco los suburbios de Atenas iban apareciendo y los corredores soñábamos con el final de aquella subida que parecía no tener fin.
Pese a las pastillas de sales, los geles y los numerosos puntos de avituallamiento, la subida pasaba factura en las piernas que empezaban a cargarse. Al acabar la subida sobre el kilómetro 30, las bajadas no parecían todo lo pronunciadas que deseábamos. Habíamos entrado en Atenas pero pese a la mayor animación al atravesar sus vecindarios, las piernas ya fallaban y la cabeza comenzaba a jugarnos malas pasadas.
Los últimos kilómetros de la maratón transcurren en una bajada poco pronunciada pero casi constante con la excepción de un par de repechos que a partir del kilómetro 30 parecen la subida al Everest. Al atravesar Agia Paraskevi, apenas podía beber mientras corría y los gemelos se me cargaban constantemente.
Pese a que las marcas kilométricas indicaban que apenas quedaban cinco kilómetros, las piernas apenas respondían y avanzaba a duras penas con un par de paradas necesarias para intentar recuperar los gemelos. Creía que no me quedaban fuerzas cuando a los dos kilómetros las señales que indicaban la cercanía de la plaza Syntagma me dieron aliento. Atravesé la avenida Reina Sofia para girar en una bajada permanente por Irodou Attikou donde los espectadores se agolpaban dándonos un último impulso.
Allí al fondo se alzaba el Estadio Panathinaikon, el Kalimarmaro, con su mármol blanco y su pista negra que con nuestro último aliento atravesamos para cruzar la meta. No pude contener las lágrimas al entrar en el Kalimarmaro viendo a mi familia en las gradas y orgulloso de haber completado mi primera maratón en tan magnífico escenario.
Fueron 4h 06' 56" en una carrera de excepcional dureza en unas condiciones que solamente le dieron más épica. Quizás no sea la prueba con mayor animación lo cual intensifica la soledad del corredor y dureza de la prueba pero la llegada al Kalimarmaro será algo que siempre lleve conmigo.
MMP 5K: 19:20 Hillsborough Parkrun (Sheffield, Reino Unido) (24/09/16)
MMP 10K: 40:06 Leeds 10k (Leeds, Reino Unido) (07/07/19)
MMP 1/2 MARATÓN: 1:30:36 Halloween Worksop Half Marathon (Worksop, Reino Unido) (30/10/16)
Maratón de Atenas 2019: 4:06:07 (10/11/19)