cooly-zurich-2014

Creo que no les costará demasiado imaginar la escena. Un jardín. Un caluroso mediodía de domingo en pleno puente de Agosto. Una enorme comida con amigos y familia. Y delante una furtiva televisión con el Campeonato de Europa de Atletismo.

“¡Ah! ¿Hay mundial este año?”. “Es cierto, escuché el otro día que había atletismo estos días”. Y la televisión encendida, insistente que es uno, poco a poco va captando la atención de todos a medida que el aperitivo y las cervezas calman los apetitos y la comida se convierte en un momento más tranquilo.

Poco o nada importaba el Campeonato de Europa a la mayoría de los presentes, pero ese influjo de la televisión y esa común predisposición casi natural para ver deporte, fue ocasionando que todos se fueran interesando, preguntando y, por qué no, disfrutando del espectáculo. La final de mil quinientos, el alegrón de la medalla de bronce de Diana Martín y la carrera de cinco mil hicieron el resto. “¡Ey! ¡Pero si ese es el Mo Farah que gana siempre, como Bolt, ¿no?”.

Un servidor a lo suyo. Disfrutando de la comida, de la compañía, y cómo no, con un ojo sobre la tele. Qué les voy a contar a estas alturas. Hasta que comienzo a observar cómo la gente se va metiendo en la competición, cómo no paran de preguntarme. Cómo alucinan al ver saltar a las chicas por encima de los casi dos metros. Cómo discuten sobre cómo es posible que un atleta ni siquiera mire la línea de salto y vuele por encima de ocho metros. Incluso ahora que el mundo popular ha hecho una gran labor al meter en la cabeza de todos el verdadero significado de los ritmos, quien más y quién menos alucina al comprobar las velocidades que llevan los corredores sobre el tartán.

Y eso que el ritmo de la retransmisión televisiva no es que no ayude, si no que parece pensado para evitar que puedas sentir una mínima emoción por algo. Cuando parece que la gente más se engancha, de repente una fría ceremonia de entrega de medallas. Enseguida otra. Una sucesión de himnos y banderas que impiden un mínimo de constancia en el transcurso de la competición, en el verdadero espectáculo.

Entre medias, la locura de los concursos. Todos conocen a Ruth Beitia, y como felizmente descubro, a todos les resulta tan simpática que están deseando verla ganar. En cuanto hablamos lo mínimo de quién es Eusebio Cáceres y su enorme proyección, unido al hecho de que está luchando por las medallas, todos disfrutan de veras viendo el foso de longitud.

Pero la retransmisión es imposible. De repente un rato enorme sin ver saltar a nadie. Luego un montón de saltos en diferido unidos a algún directo. Nadie consigue enterarse de cómo va realmente la competición, y todo se desenvuelve en ese extraño clima que produce en el espectador el no saber lo que está viendo, sin ni siquiera saber si es en directo o no. Un despropósito.

Durante una de las retransmisiones de mañana desde Zúrich, ante la falta de ritmo y con tantas horas peleando por mantener la tensión con algo, los comentaristas de Eurosport (Antonio Alix, Martí Peraranau y Javier Moracho) se adentraban en una conversación sobre qué es lo que necesita el atletismo, sobre cómo mejorarlo para que la gente se sienta más atraída por este deporte.

Martí Perarnau llegaba a una conclusión con la que no puedo estar más de acuerdo. Cogerlo todo y ponerlo en manos de publicistas, de expertos de marketing, de profesionales del espectáculo, incluso lo más desconocedores posible del mundo del atletismo. Y sentarnos a esperar a ver qué nos proponen. Escuchar cómo creen ellos que debe de producirse la competición y su retransmisión televisiva.

Yo fijaría dos líneas intocables. Por una parte, la tradición, el verdadero significado del atletismo. Este deporte tiene una historia y unos valores tan grandes que deben de ser un elemento motivador más, no algo a cambiar. Y desde ese punto de vista creo que no se debería de consentir ni una mutilación, ni una supresión de algún intento en los concursos, con su calificación, sus tres primeros intentos y su mejora.

Por otra parte, también creo que debemos tener en cuenta que en este caso estamos hablando de un campeonato y no de un meeting, por lo que la vía tampoco puede ir por eliminar esas mañanas de competición en una lucha por encuadrarlo todo en un late night de dos horas. Si en la Copa del Mundo de fútbol medio planeta disfruta de un Brasil-Argentina en semifinales, el evento toma parte de su grandeza de las necesarias eliminaciones que ha habido antes, incluso de los partidos solamente aptos para los más incondicionales, como por ejemplo cualquier Corea-Suiza que se produce en la primera fase. En el atletismo tampoco se puede discutir eso, si bien otra cosa es como se debe hacer para que las gradas no estén vacías durante las largas mañanas de competición.

El resto, prácticamente todo lo dejaría en manos de algún comité de expertos, pues estoy seguro que sus opiniones iban a resultar muy interesantes. Quizás nosotros estemos tan viciados que ya nos cueste ver más allá de lo que hay.

Un buen ejemplo de cómo dar la vuelta al calcetín de algo ha sido el principal triunfador del europeo de Zúrich: su mascota, la vaquita Cooly.

Competición tras competición, todos terminamos reparando en la mascota del campeonato. En su carácter simpático. Pero seguramente hasta la fulgurante irrupción de Cooly ninguno nos habíamos planteado el enorme potencial de una simple figura de acompañamiento como ésta.

Cooly, en el mítico estadio de Letzigrund, bailaba, animaba. Divertía mejor que nadie. Pero a la figura se le dio una vuelta de tuerca más hasta convertirla por derecho propio en una de las principales estrellas del campeonato.

Tras la figura de la vaquita, toda una compañía de marketing, que ya empezó a trabajar con ello en el mundial de hockey de hace cinco años, y que en Zúrich sólo ha presentado el resultado final de una mascota que lleva calentando el campeonato de atletismo durante los dos últimos años. Debajo del disfraz, no una, sino hasta tres personas que se alternan, y que en un derroche de imaginación (de los buenos, de los que cuando ves el resultado te das cuenta de lo simple que era) han metido debajo de la vaquita a verdaderos atletas que además de bailar y animar como nadie, hacía que la vaca suiza saltara con pértiga, volara sobre el listón de la altura o saltara las vallas en la recta principal con un estilo envidiable. El resultado, un tremendo éxito. Tan simple.

Finalmente, al análisis creo muy conveniente incluir el elemento de la tristemente anunciada desaparición del canal temático Teledeporte. A menudo oigo voces hablando del streaming como solución para todo, incluso del multi pantalla, pero debemos de tener mucho cuidado con ello. Los atletas, los deportes minoritarios, necesitan un escenario con el que llegar al público, y la universalidad solo la da la televisión. Los “friquis” podemos tener todo el internet que queramos, pero los ghettos nunca son buenos.

Probablemente ninguno estaríamos leyendo hasta aquí si no hubiésemos visto a los Abascal, González, Cacho, Fiz, Antón o Beitia en televisión. Es cierto que antes tampoco existía una canal público como Teledeporte, pero el increíble escenario que supone para las federaciones de los deportes más minoritarios es una pérdida dolorosísima. Una enorme sucesión de pasos hacia atrás para perder algo que había costado mucho ganarlo, y sin cuya herramienta, la cultura deportiva que muchos ansiamos para nuestro país volverá a retroceder lo poco que hayamos avanzado.

Volviendo a nuestra comida en el jardín, ya ha llegado la hora de los cafés y los orujos. A pesar de las dificultades, imposible meterse más en la competición, y por lo que veo se ha disfrutado bastante con el oro de Beitia. Al fin parece que han terminado las lentísimas ceremonias de entrega de medallas que lo interrumpen todo, y sólo queda el lanzamiento de jabalina.

Sólo hablamos mínimamente de lo que supone esta disciplina para los finlandeses, y todos miran muy interesados cada uno de los lanzamientos. Pese a todo, y tras varios amagos de levantarse, hasta que no finaliza el último vuelo de la jabalina, prácticamente nadie se levanta de la silla para seguir disfrutando del césped, de la piscina, y de una gran tarde más de verano.

1 Comentario

  1. Je,…

    La vaquita,… solo faltó que Mekhissi Benabbad empujase a la vaquita Cooly (como antaño hizo con aquella niña) para que saliese en primera plana del Telediario.

    Saludos.

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