Íbamos a la conquista del vigésimo título en la Copa de La Reina. Y eso logramos. Algunas llegamos a Valencia el viernes, otras el sábado, pero todas pasamos por la sede del club a recoger la equipación nueva de Hummel. Tuvimos que hacer un poco de modistas y cortar la goma del top, ya que las habían hecho defectuosas y oprimían tanto que íbamos a competir todas en anaerobiosis. El viernes por la noche estábamos sólo Isabel Macías, Élian Périz, Úrsula Ruiz y yo, así que aprovechamos para charlar tranquilamente y ponernos al día.
La competición se celebró el sábado por la tarde junto con nuestros homólogos masculinos (Copa del Rey), a la que se sumaba también un encuentro internacional de pruebas combinadas. El Palau Lluís Puig estaba vibrante. Anna Pinero, nuestra pertiguista, fue la primera representante en saltar a la pista, y las chicas del relevo sueco cerraron la competición con un récord de los campeonatos incluidos. Entre medias, el resto de pruebas y concursos. En conjunto los resultados fueron buenos, entrando siempre entre las tres primeras. Pero mirando una por una, las sensaciones variaban mucho: algunas se encontraron bien, contentas, otras mal, insatisfechas, decepcionadas. Es curioso pero en la mitad del equipo predominaron los adjetivos más bien negativos. Supongo que la primera competición indoor siempre resulta más difícil, es el primer contacto con la pista después de llevar meses entrenando y a veces los nervios o las altas expectativas nos juegan malas pasadas. También es cierto que la situación económica del club no ayuda, y en nuestras cabezas nos preocupa llegar a final de mes, poder pagar la hipoteca, no darte más masaje para ahorrar y, en definitiva, intentar sobrevivir. Esto nos desconcentra, pero a pesar de ello allí estuvimos, peleando en la pista, en el foso, con los listones, con el peso, haciendo equipo y compañerismo.
Obtuvimos un año más el título. Un título dónde el esfuerzo por parte de los atletas, los clubes y la organización quedará en la sombra fuera del mundo atlético.