En ocasiones la melancolía envuelve todo de niebla, de recuerdos que van perdiendo algo de color, hasta conseguir que la memoria nos diga aquello de que todo tiempo pasado fue mejor, o de que ya nada es lo que era. Sobre todo si lo que amábamos se ha perdido, y ya no nos quedan los viejos rincones que formaron parte de nuestra vida.
El estadio se había quedado viejo, decían. Situado en pleno Chamberí, en uno de los barrios más castizos de Madrid, el estadio de Vallehermoso, inaugurado en 1961, había visto pasar media historia del atletismo español, y rodeado de leyendas y recuerdos había sido el lugar perfecto para acoger desde el deporte base hasta las principales figuras del panorama nacional e internacional. El viejo estadio respiraba atletismo. Seis calles, la zona de hierba para los concursos, y una grada baja que lo rodeaba con capacidad para seis mil espectadores.
Bajo la niebla del viejo Vallehermoso vemos salir la figura de Edwin Moses, tan grande, tan mítico. Y lo recordamos dando la vuelta de honor al estadio con unas gradas llenas de gente coreando su nombre. Ese día, una tarde de junio de 1987, Moses, seguramente el mejor corredor de cuatrocientos vallas de siempre, incluso mitificó la derrota, y situó al viejo estadio en las páginas de los libros de la historia. Aquella tarde de finales de los ochenta, casi diez años después y tras 122 carreras, se terminaba una de las rachas más victoriosas de la historia. Las trece zancadas perfectas entre valla y valla, la elegancia de Edwin Moses, encontraron un obstáculo, y Danny Harris, al que había derrotado en infinidad de ocasiones, consiguió vencerle.
El estadio era una fiesta. Carl Lewis, Edwin Moses, Steve Ovett, José Manuel Abascal y José Luis González en el cartel; y las localidades agotadas. Una tarde mítica, y el aroma previo de que en cualquier momento se podía terminar la racha de un Moses que comenzaba a mostrarse más vulnerable. Desde la salida, Harris cogió ventaja, pasando todos los obstáculos en primera posición. Moses, tirando de clase, consiguió remontar en la última curva e igualó la carrera, hasta poner al público en pie en el cara a cara de la última recta, dónde los dos corrían a la par. Moses derribó la última valla, y tras perder un instante decisivo, vio como Harris le ganaba por trece centésimas. El ganador, tirado en el suelo, aún no lo creía. El estadio, enfervorizado, rendía pleitesía al mito derrotado, sabiendo que estaba ante un momento histórico. Ese maravilloso día se completó con una gran victoria de Carl Lewis en el doscientos (19,92), después de haberse impuesto también en el hectómetro.
Moses supo resarcirse a tiempo, y ese mismo verano, en los mundiales de Roma, siguió alargando su leyenda al proclamarse campeón del mundo ante el mismo Harris y Harald Schmid, en un final tan apretado que necesitó hasta foto-finish entre los tres.
Bajo la niebla del recuerdo de Vallehermoso vemos saltar a Yelena Isinbayeva hasta un nuevo récord del mundo en 2005 al pasar el listón en 4,95. Vemos a Sebastian Coe, a Said Aouita. A los Dwight Phillips, Javier Sotomayor, Helena Fibingerova, Dayron Robles, Merlene Ottey, Maria Mutola, Blanka Vlasic, Virgilijus Alekna y tantas otras estrellas que pasaron por su pista. Recordamos los Campeonatos de España que se celebraron allí ininterrumpidamente entre 1964 y 1972, y que luego volverían en 1974, 1976, y 1986. Las reuniones internacionales de la Comunidad de Madrid, y su sucesor, el Meeting de Atletismo de Madrid. El récord de España de Ramón Cid en triple salto (16,68) en 1979, y los numerosos records nacionales que allí se batieron.
Bajo la niebla del viejo estadio de Vallehermoso, recordamos sobre todo el deporte base, la cuna de tantas y tantas leyendas del atletismo madrileño y español. El aroma de los orígenes del atletismo popular, y la meta de los originarios 20 kilómetros Villa de Madrid, y su sucesora, la actual media maratón de la capital.
La construcción del estadio de Vallehermoso a finales de los años cincuenta propició una renovación en el atletismo madrileño y sustituyó a las pistas de la Ciudad Universitaria, donde antes se realizaban todas las competiciones de la capital. Con unas pistas originarias de ceniza, el viejo estadio inauguró el nuevo tartán en 1969, en unos años en los que el atletismo se vivía de otra manera, como demuestra el hecho de que, en diciembre de 1964, hasta se inaugurara en el Palacio de los Deportes una pista de madera de pino traída desde Suecia para facilitar las pruebas indoor. Hoy en día, la capital madrileña, reflejo de lo que ocurre en el resto del país, se debate sin un gran estadio atlético, y con muy pocas pistas homologadas. Casi cincuenta años después de su construcción, en pleno final de la burbuja que estaba a punto de explotar, las administraciones se creían tan poderosas que no era momento para sencillas reformas, para planes sostenibles. Nada de arreglar, de defender lo nuestro. Aquí todo se hacía a lo grande, y mejor derribar lo viejo y levantar luego por todo lo alto.
Pero la falta de planificación, aumentada por la crisis, golpeó todo el proyecto previsto. El estadio, cerrado en el verano de 2007, se derribó en octubre de 2008 sin existir un contrato cerrado, y después se sacó a concurso el proyecto que incluía un estadio de atletismo para diez mil espectadores. No hubo para más. Ninguna empresa se interesó, y los años fueron pasando con un enorme socavón dónde antes se levantaba el viejo estadio. Recortado, exprimido, en el verano de 2011 un nuevo concurso amputaba Vallehermoso con un proyecto renovado. Un pabellón polideportivo para lo justo. Ya no había lugar para estadios de atletismo, ni mucho menos para tantos fastos. Las obras aún siguen su curso, y mientras el barrio y la ciudad esperan necesitados de más instalaciones deportivas, el atletismo español y madrileño ha perdido, quizás para siempre, uno de sus lugares más emblemáticos.
Seguiremos amando el atletismo; soñando con estadios y pistas de tartán. Aunque cada vez sea más difícil encontrar nuestros propios rincones, e incluso los más míticos ya no sean lo que eran. Por encima de todo, seguiremos corriendo, saltando, lanzando. Recordando aquellos viejos estadios que sentimos como nuestros. Disfrutando del atletismo, y de todos esos recuerdos que ya nadie nos podrá quitar.