Cuando Concha Montaner saltó en el Mundial indoor de Moscú su hija Alba aún no había nacido. Y cuando Concha Montaner subió al pódium para recoger su medalla de bronce, su hija Alba ya tenía ocho añitos. Un viaje en el tiempo cortesía del dopaje que se ha cerrado con Montaner recogiendo su medalla este domingo en Birmingham después de la descalificación de la ganadora del concurso, la rusa Tatyana Kotova.
La historia arranca el domingo 12 de marzo de 2006 a las cuatro y cinco minutos de la tarde: Concha Montaner salta 6,76 metros en su último intento de la final de longitud, desesperada por colarse en el pódium. Se pone segunda durante unos instantes, pero todo se desbarata de repente: la estadounidense Tianna Madison hace marca personal con 6,80 metros y se pone segunda y la portuguesa Naide Gomes salta lo mismo que Montaner pero se queda el bronce por tener un segundo mejor intento que ella.
Por delante, intratable, la rusa Tatyana Kotova ganaba con los 7,00 metros de su primer intento, sumando este oro a sus bronces olímpicos de Sidney (2000) y Atenas (2004).
Concha volvía a Valencia con un disgusto considerable y la historia seguiría así hasta febrero de 2013: la agencia rusa antidopaje (RUSADA) comunicaba que Kotova había dado positivo en un control realizado en 2005 tras los mundiales de Helsinki, en los que había sido segunda. Un año antes de Moscú. Casi diez años antes de conocerse los resultados. Una década de impunidad y barra libre.
Medalla en diferido
Tianna Madison (Bartoletta después de su matrimonio) arrancaba en esa época una carrera de éxitos que culminaría hace dos años con el título de campeona olímpica en Río de Janeiro. Naide Gomes sería campeona mundial de longitud dos años después, en Valencia.
Concha Montaner tenía todavía pendiente subir a un pódium europeo y lo haría un año después en Birmingham. Las dos – sin la presencia de Gomes – han recogido hoy sus medallas en Birmingham con el calor del público y unos pocos minutos antes de que empezase la última sesión del mundial.
La pequeña Alba no había nacido cuando se celebró la competición, pero ahora tiene casi ocho años y quiere morder la medalla que su madre acaba de recoger. «No es lo mismo pero sí que tengo que decir que ha sido más emocionante de lo que pensaba», explica. Se guarda la medalla en el bolsillo después de la protocolaria sesión de fotos y mientras las atletas del concurso de salto de longitud calientan.
Hasta seis atletas han sido convocados por la IAAF en este mundial indoor para coger las medallas que les negó el dopaje: además de las de la longitud de Moscú (2006) han subido al pódium el danés Joachim Olsen (plata en peso en 2006), el alemán Ralf Bartles (plata en peso en Doha 2010), la eslovena Marija Sestak (plata en triple en Valencia 2008) y la estadounidense Hyleas Fountain (bronce en pentathlon en Doha 2010).
No han sido citados en las ceremonias los nombres de los tramposos: la griega Jrisopiyi Devetzí, el bielorruso Andrei Mikhnevich por partida doble, la rusa Tatyana Chernova y su compatriota Kotova.
«Los que hacen trampas tienen que estar castigados», dice Montaner. ¿Se hace justicia con una entrega de medallas una década después? «Sí, se ha hecho justicia, pero hay muchas injusticias aún que no se han resuelto. Con lo mío al menos estoy contenta», asegura.
La medalla de bronce de Concha Montaner va directa a sus vitrinas de L’Eliana, en Valencia, junto con la plata europea que consiguió en esta misma pista cubierta de Birmingham en 2007 y sus dieciocho títulos de campeona de España de salto de longitud. El balance de haber participado en cuatro Juegos Olímpicos, nueve mundiales y nueve europeos y ostentar la segunda mejor marca española de todos los tiempos con 6,92 metros.
La cara de Odriozola
Han pasado casi doce años, pero el entonces entrenador de Concha Montaner sería capaz de reconstruir la competición una y otra vez.
José Peiró, en la actualidad coordinador del sector de velocidad y vallas en la Federación Española, no ha venido a Birmingham pero lo rememora sin problemas: «Tengo las imágenes tan claras«, dice, dibujando la locura del concurso a través del gesto del entonces presidente de la RFEA, José María Odriozola.
Hablar con @albert_poux y darme cuenta que recuerdo todos los detalles de la competición de @ConchaMontaner como si hubiera sido ayer. Disfrútalo Concha, te lo mereces.
— Jose Peiró (@pppeiro) March 4, 2018
«Me dio un abrazo cuando se puso segunda» tras su segundo intento. Odriozola iba de camino a entregar unas medallas. Cuando se cruzó con él de regreso tuvo que explicarle que iba cuarta en condiciones inasumibles. «La cara de José María no se me olvida», explica. Tampoco se le olvida, dice, la llantina no sólo de su pupila sino también de la triplista Carlota Castrejana: «Estaba afectadísima, fue un palo muy gordo«. Le dijo entonces a Montaner que «ahora no es el momento, pero con el tiempo sabrás apreciarlo».
El cáncer del dopaje
Peiró se adelanta por si acaso se nos pasaba la pregunta sobre el dopaje. «Esta gente es un cáncer del deporte. Le han quitado dinero, becas, el pódium… le quitaron el derecho a ser feliz y disfrutar de su logro».
No sabe si la carrera deportiva de Montaner habría cambiado de haberse colgado la medalla ese día y no más de una década después, pero sabe que «me duele no haber visto a mi atleta subir al pódium».
«Irreparable», es el término que utiliza para referirse al parche ejecutado después de la sanción a Kotova, que ese día ganó, intratable, con los siete metros de su primer intento. ¿La solución? «Sanciones más disuasorias. Una y fuera. La gente tiene derecho a equivocarse y hacer vida normal, pero fuera del deporte«.
La justicia deportiva ha querido que Concha Montaner – o «Concepción Montana«, como ha sido rebautizada este domingo por la megafonía – recoja su bronce doce años después de saltar.
Su hija Alba no había nacido, pero será ella la primera en morder la medalla para comprobar su autenticidad. Porque, si no fuese todo oficial, esto podría llegar a parecer una broma de mal gusto.