Dice el refranero popular del deporte que los récords están para ser batidos, o eso repiten al menos aquellos a los que se los van quitando. Lo cierto es que, de cuando en cuando, los aficionados al atletismo tienen el privilegio de ver cómo algún descarado decide hacer historia a base de borrar algún gran nombre de la nómina de récords mundiales: David Rudisha lo hizo con Wilson Kipketer, Makau con Gebreselassie y Ashton Eaton con Roman Sebrle, pero el récord mundial de Jan Zelezný en lanzamiento de jabalina,98.48 metros, tiene todas las papeletas de convertirse en uno de los más longevos de la tabla de plusmarcas mundiales: ningún atleta ha osado a acercarse a una distancia siquiera prudente durante la última década, y aquellos que parecían llamados a desbancar a Zelezný del primer puesto no han podido estar a la altura.
Corría el año 1992, aquel prolífico año olímpico de Barcelona, cuando un británico de anárquico rendimiento mandaba el dardo de ochocientos gramos a 91.46 metros, batiendo el récord mundial de lanzamiento de jabalina. Este atleta, Steve Backley, no pudo pasar de la tercera plaza en las Olimpiadas de Barcelona unos meses más tarde, arrollado por un checoslovaco de veinticinco años que ya llevaba varias temporadas llamando a la puerta de la historia del lanzamiento de jabalina: con su título olímpico en el bolsillo, tras la plata de Seúl y el bronce de Roma, Jan Zelezný no pudo contenerse ni un año entero para batir su primer récord mundial. Fue en abril de 1993, en una competición en la altura de Pietersburg, cuando Zelezný mandó la jabalina a unos masivos 95.54 metros, destrozando el anterior récord de Backley y marcando un antes y un después en la historia del lanzamiento de jabalina. Por si alguien se había quedado con la mosca detrás de la oreja, vista la altura en la que se consiguió el récord, Zelezný volvió a romper los esquemas poco más tarde, lanzando 95.66 en el mes de agosto en Sheffield. Daba comienzo una carrera de éxitos, ya de por sí cargada de triunfos hasta el momento, que culminaría en 2006 con tres títulos olímpicos consecutivos (Barcelona, Atlanta y Sidney), tres mundiales y un récord que asusta con mirarlo: el veinticinco de mayo de 1996, Jan Zelezný conseguía una marca de 98.48 metros en la ciudad alemana de Jena, un registro absolutamente marciano al que nadie ha osado acercarse ni por poco en los pasillos de jabalina, y que parece llamado a convertirse en uno de los más longevos récords del atletismo.
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Lo cierto es que los números de Zelezný parecen imposibles de superar, más allá de su récord de 1996: durante los diez años que duró su carrera como atleta de primer nivel mundial, el checo ganó 106 de las 135 competiciones que disputó, y rompió la barrera de los noventa metros en treinta y cuatro ocasiones. Pasando por alto la mancha que supone en su historial los Campeonatos de Europa, donde su mejor resultado lo constituye el bronce de Göteborg, pocos atletas de cualquier especialidad pueden presumir de tener un currículum tan inmaculado como el de Zelezný. Y no parece que nadie esté en disposición de ir a poner en peligro ninguno de estos guarismos en las próximas temporadas: en los últimos veinte años, quien más se ha conseguido acercar al récord mundial ha sido el finlandés Aki Parviainen, campeón mundial en Sevilla, y lo hizo ese mismo año a la prudente distancia de cinco metros por debajo. El veterano ruso Sergey Makarov ha dilatado su carrera durante años, posicionándose como tercer mejor lanzador de la historia pero sin hacer temblar ni por un segundo el récord mundial. La lista de atletas que no han podido hacer temer a Zelezný por su récord a pesar de rendir a un nivel espectacular ha crecido con el paso de los años. ¿Es éste récord el récord imbatible?
LA JUVENTUD PISA FUERTE
Figuras tan marcianas como Usain Bolt han demostrado al mundo que ningún récord es imbatible, pero los hay que tardan mucho más en caer que otros. A mediados de la pasada década, explotó a nivel cualitativo un dúo nórdico que parecía llamado a acercarse peligrosamente a Zelezný: el noruego Andreas Thorkildsen y el finlandés Tero Pitkämäki se hicieron unos habituales del selecto club de los noventa metros, reavivando la escena mundial de la jabalina. Thorkildsen, recordman mundial junior hasta la temporada pasada, rompe la barrera de los noventa metros año tras año pero sin dar sensación de poder acercarse a los registros de Zelezný, mientras que Pitkämäki tiene problemas para mantenerse a ese nivel desde hace cinco temporadas. De hecho, son pocas las competiciones internacionales que se deciden en esas cuotas de marcas, con un franco descenso del nivel medio de la especialidad.
El futuro puede ser, sin embargo, esperanzador, con la presencia de jóvenes lanzadores que vienen pisando fuerte desde categoría junior. A nivel de récords, diez años después de que Thorkildsen e Ivanov pelearan por la plusmarca mundial junior, un joven letón llamado Zigismunds Sirmais se ha colocado como mejor atleta sub 19 de todos los tiempos y ha puesto sobre la mesa su carta de presentación de cara a los próximos años, a expensas de la progresión que pueda tener. Pero lo cierto es que los registros de Zelezný parecen, a día de hoy, inalcanzables para cualquier atleta y los 98.48 metros de hace ya diecisiete años van camino de convertirse en un inamovible de la tabla de récords.