Sevilla2

La lluviosa Cambridge, reflejo de la tradición británica más auténtica, y el enlosado patio principal del Trinity College en el otoñal mes de octubre, poco tienen que ver con la soleada Sevilla, con su olor a azahar de primavera y con el edificio de la Real Fábrica de Tabacos, donde se encuentra la sede del rectorado de la Universidad de Sevilla.

Pero en los últimos años una carrera recuperada por la Universidad hispalense nos lleva a los orígenes más bellos del atletismo, y recordando la famosa carrera del histórico recinto de Cambridge nos permite establecer algún parecido entre ambas universidades y localidades.

Como relatábamos en uno de nuestros Cuentos del tartán, la tradición centenaria de la carrera de Cambridge dicta sus propias reglas. Mes de octubre, la salida coincidiendo con la primera campanada de las doce del mediodía, los aproximados 370 metros por el camino que recorre el perímetro del Great Court, el indiscutible aroma a atletismo que quedó grabado para siempre en la famosa escena de la película Carros de Fuego, y la propia historia según la cual sólo dos corredores han conseguido terminar la carrera antes del sonido de la última campanada: Sir Burghley, en 1927, un año antes de su oro olímpico en los cuatrocientos metros vallas de Amsterdam, y Sam Bodin, en el más reciente 2007.

De planta renacentista, y situado extramuros de la antigua ciudad de Sevilla, el bello edificio de piedra que acogió la Real Fábrica de Tabacos se construyó durante el siglo XVIII para albergar la primera fábrica de tabacos de Europa y constituye el mejor ejemplo de la arquitectura industrial del Antiguo Régimen.

Rodeado de un foso que lo aísla del exterior por tres de sus lados, y con una bonita fachada de aires barrocos, el recinto alberga desde mediados del siglo XX la sede de la Universidad de Sevilla, y así ha llegado hasta nuestros días, vinculado directamente al ambiente cultural y universitario de la ciudad del Guadalquivir.

La carrera acaba de cumplir once años, y sus rasgos característicos presentan elementos muy propios: 670 metros totalmente llanos por el camino que bordea el rectangular perímetro del edificio y cuatro esquinas de 90 grados que, al igual que ocurre en Cambridge, dificultan el trazado de cada giro. Además, los ganadores de la carrera tienen el privilegio de ver su nombre inscrito en un monolito que permanece en el rectorado, junto a los premios establecidos y el reconocimiento académico de un crédito de libre elección que se da a todos los participantes.

En estos tiempos en los que vivimos, el atletismo, al igual que el resto de deportes menos generalistas, afrontan la necesidad de reinventarse, de seguir peleando por enganchar de nuevo a la gente, y qué mejor para ello que volver a las raíces, que apelar a la tradición y al espíritu. Y en esto las universidades tienen un gran recorrido por delante, a imagen en lo que ocurre sobre todo en los países anglosajones, por lo que entendemos este proyecto de la Universidad de Sevilla como una iniciativa encomiable que es capaz de mirar hacia el deporte como un elemento cultural más.

Kevin López, nuestro gran mediofondista, ha repetido presencia una vez más en esta carrera, y en la edición de este año ha batido su propio récord hasta dejarlo en 1:31, donando su premio a la plataforma de estudiantes afectados por las reducciones de becas. En mujeres, la victoria de este 2014 ha correspondido a Alba Rodríguez.

En la retina de la historia del atletismo quedó para siempre aquella carrera en el patio del Trinity College de la edición de 1988, en la que vestidos a la vieja usanza, Sebastian Coe y Steve Cram se dieron cita en una apasionante carrera bajo el sonido de las campanas.

Como ya hemos dicho en otras ocasiones, el sentido más puro del atletismo se encuentra sólo en correr, en saltar, en lanzar más que el adversario y los propios límites de uno mismo, por lo que el innegable espíritu romántico de estas carreras nos lleva a la mejor tradición, a las raíces más firmes del deporte.

La elegante zancada de Kevin, su ligera constitución, bien puede recordar la figura del gran Coe. El ambiente universitario y el enorme potencial cultural de la bonita sede del rectorado sevillano pueden hacer el resto. Y quizás, entiéndame la licencia, por qué no soñar Sevilla como Cambridge.

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