Si Darwin hubiera vivido para disfrutar del deporte del último siglo, habría tenido que adaptar sus teorías a una familia que parece haber encontrado el cromosoma del atletismo. Hablamos de los Borlée, el clan belga de la velocidad integrado por el patriarca Jacques Borlée, los gemelos Kevin y Jonathan y la subcampeona olímpica Olivia, cuatro sprinters y una carga genética digna de subir a un podium internacional.
Corría el año 1957. Un año después de que las Olimpiadas de Melbourne superaran nada menos que tres boicots, nacía en el Congo Belga Jacques Borlée, el hombre llamado a revolucionar la velocidad de Bélgica durante los próximos cincuenta años. Conseguida la independencia del país congoleño en 1960, la familia de Jacques se mudó a Bruselas, donde años más tarde sobresaldría en ese deporte tan en blanco y negro llamado atletismo. El joven comenzó a despuntar a comienzos de los años ochenta, especializándose en pruebas de velocidad y ganando ocho títulos de campeón belga entre 1979 y 1984, en las pruebas de 100, 200 y 400 metros lisos. Previamente, en 1977, el velocista probó suerte en los cuatrocientos metros vallas, consiguiendo también la medalla de oro, para más tarde firmar un gran registro de 45.4 segundos en la prueba de 400 metros lisos. Pusieron la guinda de su carrera como atleta su participación olímpica en Moscú 1980 y su medalla de plata en los Campeonatos de Europa de pista cubierta de 1983 en doscientos metros. Lo que no sabía Jacques Borlée cuando se retiró de la alta competición es que su lista de éxitos aportados al atletismo europeo no había hecho más que empezar.
Jacques Borlée tuvo siete hijos en total, y de entre toda la camada surgieron tres jóvenes especialmente dotados para las pruebas de velocidad, que pasaron inmediatamente a entrenarse a las órdenes de su padre. Comenzaron a destacar rápidamente los gemelos Kevin y Jonathan en las pruebas de cuatrocientos metros lisos, tal y como había hecho su padre treinta años antes. Jonathan consiguió una magnífica quinta plaza en los mundiales juveniles de Marrakech firmando además un registro de 47.50 segundos, para ser cuarto un año más tarde en los mundiales junior de Pekín con 46.06, una marca de gran calidad para un atleta junior de primer año en la categoría. Su hermano Kevin también iba haciendo sus primeros pinitos internacionales en los cuatrocientos metros, participando también en los mundiales de Pekín llegando a las semifinales de los cuatrocientos metros. La pelea por ser el más rápido del bloque de pisos de los Borlée estaba al rojo vivo. La meteórica carrera de la familia Borleé estaba comenzando a escribir su segundo capítulo, con los gemelos asomando la cabeza en la élite mundial y la reputación de su padre como entrenador subiendo como la espuma.
BARCELONA 2010: EXPLOTAN LOS GENES BORLÉE
El fenómeno Borlée tendría su primera gran aparición de la mano de la hermana mayor de los gemelos, Olivia Borlée, internacional de 100 y 200 metros que formara parte del cuarteto belga que se colgara el bronce en el relevo 4×100 de los mundiales de Osaka en 2007. Un año más tarde, en las Olimpiadas de Pekín, Olivia repetiría podium con el relevo 4×100, consiguiendo una plata olímpica de gran valor, mientras que sus hermanos pequeños firmaban unas más que dignas actuaciones en su estreno olímpico: Kevin llegaba a las semifinales con un gran registro de 44.88 segundos, mientras que Jonathan hacía lo propio con 45.11. Un año más tarde, sólo Kevin participaría en los mundiales de Berlín, alcanzando también las semifinales.
Fue España el país que presenció la explosión de la genética Borlée, en los magníficos europeos de Barcelona, donde Kevin se colgó los galones familiares y se proclamó campeón continental de los cuatrocientos metros lisos, única distancia de la velocidad en la que los Borlée no habían conseguido aún presea internacional. En la misma carrera, su hermano Jonathan fue séptimo, y como no podía ser de otra manera consiguieron el bronce en el relevo largo, firmando un espectacular campeonato continental para el atletismo belga. Los Borlée, ídolos en su país, encandilaron a la grada y con tan sólo veintidós años prometieron a la bandera de Bélgica mucho más éxitos en la vuelta al anillo. No tardaron demasiado en cumplir su promesa: Kevin se hizo con el bronce en los mundiales de Daegu, por detrás del joven Kirani James y Lashawn Merrit, mientras que su gemelo Jonathan era quinto, un resultado prometedor no sólo para el atletismo belga sino para el deporte europeo en líneas generales.
La saga Borlée promete seguir dando muchas alegrías en los próximos años. Los gemelos, nacidos en 1.988, son jóvenes y con mucho recorrido en la velocidad, una vez destapada la lata de los éxitos y sin mostrar ningún tipo de complejo ante los velocistas caribeños y estadounidenses. Por lo pronto, Jonathan ha abierto su temporada con unos más que interesantes 20.31 segundos en los doscientos metros, mientras que Kevin lo ha hecho con 45.33 en la vuelta a la pista. Los dos gemelos, de la mano de su entrenador y padre, parecen decididos a dar guerra en las próximas Olimpiadas de Londres, así como en los Europeos de Helsinki, exhibiendo no sólo unos genes muy deportistas sino también una calidad y un nivel al alcance de muy pocos en los cuatrocientos metros. La pelea por ser el más rápido en casa de los Borlée no ha hecho más que empezar, un conflicto familiar que puede derivar en una medalla olímpica este verano en Londres.