Tras la II Guerra Mundial, a comienzos de la década de los años cincuenta, la carrera por ser el primero en subir el Everest, la montaña más alta del mundo, se había convertido casi en una cuestión de estado para el debilitado Imperio Británico.
En los años veinte, considerándose alcanzados los dos polos al creerse que Robert E. Peary había llegado al polo norte, la cumbre del Everest permanecía a los ojos de los exploradores como la gran conquista pendiente, y tras dos expediciones en 1921 y 1922 organizadas por el británico Comité del Everest, el romanticismo encarnado en las figuras de George Mallory y Andrew Irvine y su fatídica expedición de 1924 tras la que desaparecieron el 8 de junio en la arista nordeste de la montaña sin que sepamos si lograron o no hacer cumbre, se convirtió en el mejor ejemplo de la pasión del hombre por las grandes montañas.
Tras el accidente, el Chomolungma, “la Diosa Madre del Mundo” como la conocen los tibetanos, descansó durante nueve años, hasta que el Dalai Lama accedió a conceder nuevos permisos en 1933, 1934 y 1935, con ilustres nombres británicos como Hugh Ruttledge, Maurice Wilson (que perdió la vida en su quijotesco intento en solitario) y Eric Shipton, quienes tampoco consiguieron alcanzar la cima. La II Guerra Mundial obligó a un parón de la actividad exploradora, y finalizada la contienda, un cada vez más mermado imperio británico recuperó su pasión por demostrar su fortaleza ante los ojos del mundo con su ya tradicional objetivo de ascender la montaña más alta del mundo como bandera.
Adelantándose a británicos, suizos y austriacos, los franceses, con Maurice Herzog y Louis Lachenal a la cabeza, lograron en 1950 ser los primeros en subir un ocho mil tras alcanzar la cima del Annapurna. En 1951 los británicos, liderados por Eric Shipton, volvieron a intentar el Everest, pero sin suerte tras una serie de aludes. Y metiendo más presión, en 1952 el turno le tocó a un grupo de alpinistas suizos, que se adelantaron en conseguir los permisos, pero quienes por problemas con las botellas de oxígeno se quedaron muy cerca del éxito.
Definitivamente, conseguir colocar la bandera en la cima más alta era una carrera. Estaba claro que alguien lo iba a conseguir, pero la duda principal radicaba en saber a quién le correspondería tal honor y cuando se lograría.
De nuevo, el año 1953 fue el turno para los británicos, y la expedición tan bien dirigida por John Hunt consiguió finalmente que el neozelandés Edmund Hillary y el sherpa Tenzing Norgay coronaran la cima de la montaña más alta de la tierra en aquella histórica mañana del 29 de mayo.
La temporada atlética de 2014, tal y como se preveía está siendo presidida por los continuos intentos de asalto al récord de salto de altura en poder del cubano Javier Sotomayor con 2.45m desde 1993, y la cantidad de candidatos actuales (principalmente el ucraniano Bondarenko y el catarí Barshim, pero con hasta 6 atletas que han saltado por encima de 2.40m este año) hace que la situación se asemeje mucho a aquella carrera por el cielo del Everest, dónde algo parece claro: el objetivo está al alcance de la mano, pero falta saber quién y cuándo lo conseguirá.
Hasta ahora, el hecho de que la carrera sea entre varios atletas deja a las claras que nos encontramos ante uno de los mejores momentos de la especialidad, con una reunión de talento y juventud absolutamente deliciosa para el aficionado al atletismo. Por otra parte, el hecho de que haya varios candidatos al honor de ocupar en primer lugar un trono tan simbólico puede estar haciendo que se produzca algo de precipitación.
Bondarenko es el que más veces lo ha intentado. Tanto él como Barshim saben que cualquiera de ellos pueden saltarlo un día dado, y uno de los comentarios más generalizados es que quizás se están obviando demasiado las distancias intermedias. Bondarenko es el mejor ejemplo de ello, y con una mejor marca personal de 2.42m alcanzados en junio de este año en Nueva York, durante 2013 intentó 9 veces la altura de 2.46m y en 2 ocasiones la de 2.47m, mientras que en 2014 ya ha intentado superar los 2.46m hasta en 10 saltos (Barshim, que también acredita 2.42m desde la misma competición en Nueva York, realizó ese día 2 intentos sobre 2.46m). Por comparación, Sotomayor durante toda su carrera, con un salto válido sobre 2.45m, uno sobre 2.44m y dos sobre 2.43m (uno de ellos en pista cubierta), intentó superar el listón en 2.46m en 12 ocasiones.
Desde otro punto de vista, el hecho de que Bondarenko obvie tanto las distancias intermedias refleja todo lo que confía en lo cerca que lo tiene, siempre intentando llegar a los asaltos finales al récord del mundo con el menor número de saltos y el menor cansancio posible. Por ejemplo, para intentar 2.46m en Nueva York solo pasó por 4 distancias anteriormente (con 5 saltos), y en Marraquech y Lausana pasó nada más por 3 distancias (con 4 y 6 saltos realizados respectivamente), pese a que eso supusiese intentar los 2.46 viniendo de 2.39 y 2.40 en cada uno de esos casos. Barshim siempre salta sobre un número mucho mayor de alturas.
En esta clase de carrera hasta la cima, cuestión de confianza, madurez de las alturas o estilo, Bondarenko está intentando subir en “estilo alpino”, lo más rápido y con el menor desgaste posible, mientras que Barshim va estableciendo muchos más “campamentos base” antes de dar un paso más.
A ello debemos unir que la carrera prácticamente comenzó con el inicio de la temporada (con los rusos ya en plena forma desde el invierno), lo que está haciendo que los intentos se estén realizando con bastante asiduidad, generalmente en el marco de enfrentamientos directos en los grandes mítines, sin la tranquilidad que se puede encontrar en un intento más meditado en solitario, o con el aumento de la motivación que traería una grandísima competición como una final olímpica o mundial, que este año no tenemos. Según comenta el estadístico Miguel Villaseñor, “tienen que ir de uno en uno, si no es más complicado. Quizás el récord caiga cuando no compitan entre ellos”.
Tras un invierno en el que Renaud Lavillenie destronó a otro mito, Sergei Bubka, y en el que Genzebe Didaba nos acostumbró a contar casi cada una de sus apariciones con un nuevo récord mundial, el cubano Sotomayor, el niño que tenía miedo a las alturas, sabe que el fin de su reinado está cada día más cerca.
Y en estas, nos volvemos a acordar de otro mito, de otra leyenda. El marroquí Hicham El Guerrouj. Sus 3:26.00 en el 1.500 de aquella tarde de julio de 1998 en Roma, se han considerado casi hasta hoy como algo intocable. El tiempo nos dirá si lo son o no, pero entre tanto, tras el anuncio del keniano Asbel Kiprop de intentarlo, la jornada de la Diamond League del pasado viernes en Mónaco, desató la locura.
Por primera vez en la historia, siete atletas en una misma carrera acabaron por debajo de 3:30. Los 3:27.64 del ganador, Silas Kiplagat, son la mejor marca en la distancia desde 2004. La juventud de los que lo lograron, insultante, con el mejor ejemplo de Ronald Kwemoi, que aún con 18 años ha pulverizado el récord mundial junior.
Para que la fiesta del mediofondo masculino fuese completa, cinco hombres acabaron el ochocientos por debajo de 1:43 en la misma cita monegasca. Uno de ellos, David Rudisha es el actual rey con sus 1:40.91 de Londres 2012, que está volviendo de un año de ausencia por lesión y ya sabe el panorama que le espera y en el cual él mismo es pieza clave: talento, valentía y juventud. Todo a raudales.
Herb Elliot, el mítico millero australiano récord mundial de los mil quinientos y la milla, sabe bien de lo que habla. “Todos nos cansamos. Las marcas no son producto de la facilidad en la acción. El cansancio aparece a los dos tercios de la carrera; comienza por un abrasador fuego que parece quemarnos los pulmones; se traslada a los hombros, los brazos, el estómago, y baja a las piernas. Hasta que parece que todo va a pararse. Pero esto es más bien una sensación que una realidad; el atleta no debe dejarse llevar por esta sensación, pues de hacerlo lo habrá perdido todo. Con voluntad es fácil sobreponerse. El cansancio real es más tarde, cuando la recta se nos presenta ante la cara, y entonces sentimos que la tortura no tendrá fin”.
Los Bondarenko, Barshim, Ukhov, Kiprop, Kiplagat, Kwemoi, Rudisha, Amos, Aman y compañía representan la excelencia actual en el panorama atlético mundial. Puede que sean los elegidos para coronar esos míticos y metafóricos ocho miles en primer lugar. El tiempo lo dirá. Pero seguro que en la actualidad son los más capacitados para superar los límites que aparecen en la recta final y que tan bien nos describe Elliot.
Todos los +2.40m de 2014
10 primeros de Mónaco 2014 en 1500 metros
5 sub1:43 de Mónaco 2014 en 800 metros
Foto | Mark Shearman