Ocurre desde siempre, y además también ocurre en otros deportes. Pero en ninguno la comparación resulta tan odiosa. Que en los Juegos Olímpicos sólo haya tres participantes por país nos priva de ver clasificaciones en las que realmente, en puridad, figuren los mejores.
Y lo explico con un ejemplo. Por mucho que un europeo -y ojalá sea Carles Castillejo, José Carlos Hernández o Nacho Cáceres– logre el diploma olímpico, es decir, una plaza entre los ocho mejores del maratón, su puesto real estaría más allá del vigésimo si compitieran todos los kenianos y etíopes que capitanean la distancia de Filípides.
Bien, dirá alguien, esa fortuna tenemos los aficionados de las demás naciones, porque en algunas disciplinas podría haber un dominio monocolor y no se vería a los nuestros; y encima, reduciendo a tres los participantes por país, se agiliza la competición y se evitan interminables tandas de series en las sesiones matinales.
Bueno, vale, sí. Pero a ver quién puede estar contento si en los 3.000 metros obstáculos, donde 7 de los 10 primeros del ránking son kenianos, nos quedamos de entrada sin 4 hombres perfectamente capaces de luchar por el podio, con el agravante de que Paul Kipsiele Koech, el líder del año con 7:54.31, perdió su derecho a viajar a Londres en los Trials, y nos deja huérfanos de sus clásicas galopadas tirando del grupo.
Por no hablar de que en martillo masculino, con Bielorrusia liderando las listas, se quedan en la grada dos lanzadores que este año han superado con creces los 79 metros.
Por no decir que en 800 metros femeninos, Rusia se deja en casa a mujeres con marcas sobradamente por debajo de 1:58.
En fin, la lista de agravios en interminable e incomprensible. Como también, por otra parte, las razones para no organizar unos Juegos pantagruélicamente pesados, abriendo las puertas de par en par a todo quisqui.
Así que yo, modestamente, me sumo a una propuesta de consenso, olvidada pero de plena actualidad, que hace pocos años lanzaron algunos países. La idea era que, independientemente de los resultados de los Trials y del número de representantes que envíe cada nación, el COI admitiera siempre y sin excepción a los 10 primeros del ránking del año de cada especialidad. Con ello se ganaría en espectáculo y se haría justicia a un deporte que no está para desprecios.
Ojalá los complejos engranajes del olimpismo se muevan algún día para corregir esta anomalía. Y lo digo muy en serio. Aún se me ponen los pelos como escarpias al recordar que Daniel Komen, en el verano que corrió los 3.000 metros en 7:20.67 y los 5.000 en 12:45.08, no pudo competir en los Juegos de Atlanta-1996…
Foto | All-Athletics