Lejos de los focos, al bajar del escenario, los ídolos, las grandes estrellas, olvidan su condición de mitos y descansan del ruido en la intimidad donde los hombres, inevitablemente, se encuentran a sí mismos, en la soledad donde han de pelear con sus miedos, con sus sentimientos. Tan humanos a pesar de todo.
Yohan Blake, el joven velocista jamaicano amigo y rival del gran Usain Bolt, no tiene reparos en mostrarnos al hombre desnudo que hay debajo de la estrella mediática. «No fue fácil. Todas las noches lloré, todas las noches fueron duras», comenta Blake sobre el 2013 que se le escapó en blanco tras caer lesionado en el mes de abril y no conseguir recuperarse a tiempo para el verano y el mundial de Moscú.
Si lo vaciamos de sentimientos, de emociones, el atletismo es estadística pura. Unos datos fríos, unos registros que hablan a través de mediciones exactas, incuestionables, y según los cuales Blake es el segundo hombre más rápido de la historia. Sólo Bolt ha corrido más deprisa que sus marcas de 9.69 en los cien y 19.26 en los doscientos metros.
Tiene 24 años, y tras la figura de su compañero de entrenamientos fue plata en Londres en ambas distancias, además de saber ya lo que es proclamarse campeón del mundo, en Daegu, en aquella carrera de los cien metros dónde Bolt fue descalificado tras una salida nula.
Pero mucho más allá de los números, el atletismo es pura pasión: la delgada línea entre el éxito y el fracaso que sólo se puede cruzar con mucho esfuerzo. Y ese era el dolor de Blake. Cada vez más rápido, cada vez más cerca del mismísimo Bolt. Cada vez presionándole más, y con el mundial de Moscú a la espera, hasta que la persistente lesión en su muslo derecho obligaba a interrumpir todo el año y dejaba al atleta ante ese infierno de las lesiones que no entiende ni de portentos físicos ni de estrellas mundiales.
A Blake le dolía el parón en su progresión, la interrupción de su emocionante 2012 que le llevó a las dos platas de Londres (unidos al oro del 4×100) y a los 9.69 de finales de agosto en Lausana que definitivamente le dejaban solo por detrás de Usain Bolt tanto en los cien como en los doscientos metros. Le dolían las esperanzas perdidas de un año mundialista, y tan grande, tan fuerte, lloraba vacío.
Prácticamente un año después, Blake va regresando a la competición. A principios de febrero corrió los 400 metros del Camperdown Classic en Kingston en 47.20. El 22 de marzo marcaba 20.49 en los 200 metros del UWI Invitational, con algo más que el freno puesto. «Al 60% aproximadamente», confesaba el atleta, que poco a poco va volviendo a disfrutar del contacto con la pista. Ayer se le pudo ver en los 150 metros que se disputan en la calle de Manchesters, ganando la competición en 14.71.
Sus próximas apariciones se van anunciando a cuenta gotas, en el equilibrio entre las ganas que el velocista muestra en cada declaración a los medios y la pausa que su entrenador cree que debe de ir teniendo.
Los próximos 24 y 25 de mayo representará a su país en el mundial de relevos de Bahamas. El 14 de junio, escenario lujoso de la Diamond League, estará en Nueva York. Y repetirá presencia en la prestigiosa liga el 11 de julio en Glasgow, para regresar al Londres olímpico el sábado 20 de julio dentro de los Sainsbury’s Anniversary Games.
Lejos de esos focos, de ese escenario principal, Usain Bolt también recobra su lado más humano, y sigue entrenando con esa soledad interior que da saberse el más rápido que ha habido nunca, al tiempo que se recupera de unas dolencias que han hecho retrasar un poco su inicio de temporada.
Bolt perdió en Daegu, pero aquella derrota llegó en los tacos, en la salida falsa del ídolo jamaicano, por lo que nunca lo ha tenido del todo en cuenta. Sin embargo, en los trials para los Juegos de Londres Yohan Blake le adelantó con todas las de la ley, hasta llegar a mostrar la espalda al mismísimo rey.
Bolt, en su biografía publicada este año, nos habla de la derrota, de aquel momento al que siendo dos buenos compañeros de entrenamiento no se le había dado mucha más importancia. Bolt recuerda cómo le dolió la reacción de un Blake que se puso el dedo en la boca mandando callar. Recuerda cómo su orgullo se vio muy dolido por la actitud de un joven al que considera que siempre ha apoyado, y confiesa claramente que «todo lo que he hecho desde entonces en la pista se lo debo a mi orgullo. Me entrené para vencer a Blake, y sólo a él».
Si aún hay margen para que veamos mejorar al propio Bolt, la cuestión no puede afrontarse únicamente desde el lado técnico, ni desde la perspectiva de las matemáticas, ya que la variable de las motivaciones juega un papel fundamental. Sin presión, sin motivación, es muy complicado que Bolt no caiga en el relajamiento del que lo ha ganado absolutamente todo. Al menos es muy difícil esperar que pueda intentar dar el paso necesario para llegar más lejos.
En Kingston la vida sigue igual. Las colinas azules, las que impiden el paso de las lluvias que traen los vientos alíseos del noreste, sirven de fondo para los entrenamientos del mejor grupo de velocistas del mundo. Y rodeados del sentimiento jamaicano, de su reggae, de sus sonrisas caribeñas, los Usain Bolt, Yohan Blake, Warren Weir, Delano William y compañía continúan con sus entrenamientos bajo las órdenes del ya mítico Glen Mills y el Racers Track Club.
Devenidos de amigos en compañeros de entrenamiento, Blake y Bolt siguen juntos, con 2013 como pausa a la creciente tensión de saberse ya rivales directos.
El factor Yohan Blake, a medida que por madurez se va acercando el día de la bestia, emerge de nuevo como un enorme doble atractivo: el de ver hasta dónde puede llegar su gran talento y el de ver hasta dónde puede empujar al mismo Bolt, llamado a ser una vez más su principal rival.
VIDEO (Let´s Run): Yohan Blake recuperado compartiendo entrenamientos a finales de marzo con Warren Weir
Foto: EPA