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Foto: EFE

Javier Sotomayor (Cuba, 1967), el hombre que más alto ha saltado en toda la historia – 2.45 metros en una calurosa tarde de Salamanca a finales del  julio de 1993 – tenía miedo a saltar siendo niño. En la escuela, sus propios miedos le atenazaban, e incapaz de enfrentarse a la altura sólo pensaba en la huida, en abandonar el colegio por no tener que enfrentarse a ese temible salto de altura que le exigían dentro de un conjunto de pruebas deportivas a las que debía de enfrentarse.

Ejemplo de superación, el miedo fue quedando atrás, y prodigio físico, a los 16 años ya saltaba 2.33m, quedando claro cuál iba a ser su camino. 1.95 metros de altura y 80 kilos de peso, el cubano era un portento para el salto de altura. Largas piernas, carrera, fuerte impulso y gran elevación sobre el listón, con una enorme fuerza para el golpe de riñones y elevación final de las piernas. Digno representante de la potente escuela cubana.

En septiembre de 1988, tras una larga gira europea, Javier Sotomayor llegó a Salamanca para acabar la temporada. «ʽSotoʼ tiene para algo más» decía José Godoy – «El Viejo» como llamaba Sotomayor a su entrenador -. Se lo contaba a todos los periodistas que estaban allí ese día, incrédulos ante un hombre que nunca fanfarroneaba, ante un saltador que venía de más de veinte pruebas durante esa temporada con casi todas por encima de 2.30m. Y efectivamente subió el récord mundial, en su segundo intento, hasta los 2.43m.

Aquel año no pudo participar en los Juegos de Seúl por el boicot de Cuba. En 1992 se resarciría con el oro olímpico en Barcelona. En Sidney 2000 fue plata tras los problemas físicos que le impidieron rendir al máximo en Atlanta. Entre medias, dos campeonatos del mundo – Stuttgart 1993 y Atenas 1997 -, otras dos platas mundiales y cuatro campeonatos del mundo en pista cubierta, que lo convertían en un mito del atletismo.

En 1989 subió el récord mundial a 2.44m en San Juan de Puerto Rico, en su caribe natal, y en 1993, ya sin su «viejo» al lado – Godoy falleció en 1990 – Sotomayor regresó a Salamanca, a su ciudad talismán. A una capital charra que recibía con los brazos abiertos al héroe que había situado el nombre de la ciudad en todos los periódicos internacionales cinco años antes.

Primera hora de la tarde. Tarde festiva de sábado en pleno verano. Calor castellano, de siesta con los campos ya segados. Sin viento, y con él ya solo en competición, el cubano pidió 2.45m. Potente carrera en el segundo intento, tremenda batida y el listón que se tambaleaba tras tocarlo con la parte dorsal, pero que no se movió. Sotomayor corría a abrazarse con Guillermo de la Torre, el entrenador que lo llevó desde que faltara su «viejo», y el público que se frotaba los ojos tras haber visto por segunda vez en su propia casa semejante hazaña.

Aquella tarde salmantina pasaba de nuevo a la posterioridad, y siempre se destacará, junto al récord, la gran economía de saltos con la que se logró: únicamente cinco saltos para establecer un nuevo récord mundial – saltó a la primera las alturas de 2.23m, 2.32m y 2.38m, y los 2.45m los superó en el segundo intento –, algo sólo igualado por el norteamericano Ed Beeson, que en 1914 también marcó un nuevo registro mundial (2.01m) con una competición de cinco saltos.

El niño que tenía miedo a saltar se convirtió en el «Príncipe de las alturas», y desde lo más alto lleva viendo todo desde hace más de veinte años.

Ahora, en pleno 2014, llaman a su puerta, y un magnífico ramillete de saltadores ya han comenzado a pedir sin complejos que les vayan subiendo el listón centímetro a centímetro.

La final del mundial de Moscú, llena de jóvenes saltadores, espigados, soñadores, quedó en la retina como un maravilloso homenaje a la disciplina. El canadiense Derek Drouin – 23 años – fue tercero con 2.38m, repitiendo el bronce de los Juegos de Londres. Essa Barshim, catarí de 22 años, fiel a los rasgos de velocidad y ligereza de la vieja escuela sueca – 1.92 metros, 70 kilos – acabó segundo empujando al ucraniano Bondarenko hasta sus propios límites con tal de ganar el oro.

Tras el primer nulo del catarí en 2.41m, distancia que Bondarenko superó en su segundo intento tras un concurso inmaculado de 2.29m y 2.35m a la primera, Barshim colocó el listón en 2.44m, dónde emoción incluida, cerró sus dos últimos nulos que daban al ucraniano como ganador de un maravilloso concurso.

Bohdan Bondarenko – 24 años, 1.95 de altura, muy alto, como Sotomayor, 75 kilos, más ligero que el cubano, potente y rápido, escuela rusa – culminaba un año excepcional, que le había llevado a primeros de julio hasta los 2.41m en Lausana, una altura que llevaba 19 años sin alcanzarse, y que ahora repetía para ganar el oro mundial. En Moscú, volvió a pedir 2.46m. No era la primera vez, la cosa iba en serio. El momento fue emocionantísimo, con todo el estadio pensando que el récord era posible. Tres nulos al final, pero alguien ya llamaba descaradamente a las puertas de Sotomayor.

Bondarenko, a medida que transcurre el invierno, entrena, descansa. Espera la llegada de la temporada al aire libre. El catarí Barshim calienta motores y tras llegar a 2.35m a finales del mes enero, a mediados de febrero ha saltado 2.36m en los campeonatos asiáticos, al tiempo que a través de las redes sociales circula un bestial salto suyo de 2.15m a tijera. Puro talento. Y mientras, los mejores representantes de la auténtica escuela rusa, están acaparando las principales portadas haciéndonos soñar ante el panorama tan bestial que se avecina en el salto de altura en el mundial de Sopot y toda la temporada.

A mediados de enero, Ivan Ukhov – 27 años, 1.92 metros, 83 kilos, campeón olímpico en Londres y mundial indoor en Daegu, cuarto en Moscú – batía su mejor marca personal alcanzando los 2.41m. En febrero, en una competición en Arnstadt, Ukhov ganaba con un registro de 2.40m, mientras que el también ruso Aleksey Dimitrik – el más veterano del grupo con 29 años – quedaba segundo con unos sorprendentes 2.40m, convirtiendo esta competición en la primera de la historia con dos hombre en 2.40m o más.

En Praga, Ukhov acaba de dar un paso más. El ruso ha saltado 2.42m, igualando el récord europeo. Por encima de esa marca sólo está Sotomayor. Luego ha intentado 2.44m, pero al igual que otras veces durante este invierno, no ha podido ser. Su regularidad asusta: desde el 11 de enero hasta hoy ha tenido siete competiciones con marcas de 2.42, 2.41, 2.40, 2.38 en dos ocasiones, y 2.36 en otras dos. Sin duda lo está rondando, y veremos lo que ocurre en Sopot, dentro de una final, que como la de Moscú se presenta como el mejor homenaje al salto de altura, y como un momento histórico.

Al grupo, también hay que añadir al estadounidense Erik Kynard, plata en Londres, quinto en Moscú, que el año pasado llegó a los 2.37m y que este año ha establecido su mejor marca personal en pista cubierta de 2.34m. Y además, también con 2.34 esta temporada invernal ya están el ruso Daniil Tsyplakov, de 21 años, y el italiano Marco Fassinotti (cumple 25 años en abril), que este fin de semana, en el campeonato nacional de Italia de pista cubierta, ha establecido un nuevo límite al que nunca había llegado ningún saltador italiano, ni al aire libre ni bajo techo.

Con todo, los motivos para la ilusión están más que justificados. Tenemos con 2.42m a Ivan Ukhov (indoor); con 2.41m a Bohdan Bondarenko; con 2.40m a Essa Barshim y Aleksey Dimitrik (indoor); con 2.38m a Derek Drouin; y con 2.37m a Eryk Kynard. Todos con un gran talento, unas magníficas cualidades y muchísima juventud.

Tras el asalto del pequeño Lavillenie al cielo de Bubka, Sotomayor ya ve muy de cerca a este gran grupo de saltadores. Y es que 2014 amenaza desde el principio con ser un maravilloso año de altura.

En mujeres, la competición en el mundial de Sopot también va a ser apasionante. La rusa Maria Kuchina lidera el ránking mundial con 2.01m. La maravillosa Ruth Beitia, disfruten de ella cada día que nos regale, ha saltado este fin de semana en Sabadell 2.00 metros, al igual que la polaca Stepaniuk-Licwinko que compite en casa, y la reina Blanka Vlasic, que acaba de regresar en Praga igualando esos dos metros. Por detrás, jóvenes prometedoras como la italiana Alessia Trost, la británica Katarina Johnson-Thompson centrada en la altura, la alemana Jungfleish, o la habitual Green-Tregaro anuncian una competición de muchísimo nivel.

Terminando el repaso, en España, Miguel Ángel Sancho (24.04.1990), Simón Siverio (02.08.1988) y el inagotable Javier Bermejo (23.12.1978) lideran los últimos ránkings anuales. El límite lo sigue marcando los 2.34m del enorme Arturo Ortiz. Ahora, un pupilo suyo, Ignacio Vigo, 20 años sin cumplir, ha subido su listón personal a 2.21, y digno sucesor de su profesor invita a la ilusión. A ellos hay que añadirles a la sensación de las últimas semanas, el cántabro David Bolado (10.09.1992) flamante campeón de España en Sabadell, también bajo las órdenes de otro mito, Ramón Torralbo, el profesor de Beitia, que lleva un invierno impresionante: campeón de España promesa en pista cubierta con 2.14m y oro en el absoluto de este fin de semana tras subir su mejor marca personal hasta los 2.21m. Mucho futuro, mucha clase. Pero esas, serán otras historias.

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