Algunos de los representantes más cualificados del atletismo alicantino se reunieron el pasado sábado y dijeron basta a la gestión de la Federación de Atletismo de la Comunidad Valenciana (FACV). Se acabó la ley del silencio, habitual en un deporte tan individualista como el nuestro. No va a permitirse que las competiciones alicantinas sigan menguando por las trabas económicas y reglamentarias (de 73 a 44 entre 2007 y 2011); no va a tolerarse que se cambie el calendario sin avisar, perjudicando de rebote a los clubes que tienen compromisos con sus ayuntamientos; y se van a terminar los sanietes de las últimas semanas, como esa reciente combinada de cadetes (Acta A002, de 11 de diciembre), ante los ojos del mismísimo Delegado Provincial, donde no puntuó la última prueba, los 1.000 metros, porque a ningún juez se le ocurrió poner en marcha el crono.
Tras la cita del sábado -acudieron de forma presencial 16 representantes de clubes, entrenadores y atletas; y otros 9 formularon sus propuestas por vía telemática- se va a solicitar, a través del Delegado de Alicante, una reunión con el presidente de la FACV, Vicente Revert, y con varios de sus colaboradores. Sobre la mesa, tres exigencias: que la elección del delegado y del secretario técnico de la provincia sea consultada a los clubes, entrenadores y atletas alicantinos; autonomía de organización, esto es, sin obligar a pagar cánones no razonados; y clarificación de las cuentas, o sea, que se ponga negro sobre blanco qué dinero da Alicante a la FACV, y qué recibe a cambio.
En politica, y en la vida, son complicadas las relaciones entre la capital y las provincias -digamos- periféricas. Cada demarcación no puede hacer la guerra por su cuenta. La Delegación de Alicante y la FACV se necesitan mutuamente. Pero la FACV no puede castigar a Alicante porque sea un territorio electoralmente díscolo con sus intereses federativos y/o laborales.
Llegado este punto, es preciso que reconozca mi falta de objetividad en este asunto. Lo confieso. Hace años que, como otras personas, soy crítico con la FACV. Entre 2010 y 2011 he vivido un proceso electoral difícilmente adjetivable, en que las votaciones se suspendieron dos veces por orden de la entonces conselleria de Cultura -y no fueron tres porque ya no se quiso prolongar la agonía-, y en el que los candidatos de la oposición ganamos 24 de los 26 recursos que el aparato de la Federación interpuso para impedirnos el acceso a la Asamblea. Por eso, lo mejor es que los oficialistas sensibles y las personas que creen en cuentos de hadas, se abstengan de leer lo que escribo a continuación.
El atletismo valenciano federado está peor que nunca. Existen clubes muy potentes, algunos en División de Honor, que poseen sus propios grupos, entrenadores y patrocinadores; equipos que llegan a acuerdos por su cuenta con las instituciones y no necesitan a la FACV para triunfar en España y en Europa. Gracias a ellos, y al esfuerzo silencioso de muchos técnicos que trabajan en condiciones casi altruistas, se mantiene este deporte en la Comunidad Valenciana.
¿Pero qué les da la Federación a esos clubes, técnicos y deportistas? ¿Qué porcentaje de éxito puede atribuirse a la FACV? Examinemos el nivel de colaboración y reciprocidad en la punta del iceberg. Tres de los cuatro equipos valencianos de División de Honor han evitado formar parte de la Junta Directiva. La excepción se llama Valencia Terra i Mar, cuyo interés parece más simbólico que real, porque sus miembros no han asistido ni a una sola de las Asambleas o reuniones oficiales. A mayor abundancia, Vicente Revert presentó, fuera de plazo por cierto, un equipo de gobierno formado en su inmensa mayoría por miembros de la provincia de Valencia. Apenas pudo hallar algún representante dispuesto a ofrecerle su respaldo en Castellón o Alicante. Hasta tuvo problemas para designar vicepresidentes. Revert, que ha perdido el apoyo de la práctica totalidad de compañeros que le auparon a su cargo en 2005, ya no tiene sostén fuera de la disciplinada red clientelar creada en torno a Pérez Galdós. Debido a esa disciplina, común en las federaciones y asociaciones en España, es tan difícil deponerle. Y mientras tanto, el atletismo vive de espaldas a su Federación para sobrevivir.
Hagamos memoria. Son responsabilidad de la FACV, entre otras cosas, los campeonatos autonómicos y provinciales, las selecciones y los viajes, los servicios culturales, deportivos y de mutualidad, la tecnificación, las organizaciones y los encuentros intercomunitarios. Pero todo hace aguas. Y baste un ejemplo: cualquier carrera popular de barrio resulta más atractiva que los autonómicos, da igual la categoría, que se celebran año tras año. Habría que dar un premio a los atletas de nivel local que aún se afanan y se aferran al sintético.
Como el replicante de Blade Runner, he visto cosas que no creériais. He visto autonómicos juveniles sin medallas para los ganadores. He visto autonómicos absolutos que coincidían con campeonatos de España de cross y se quedaban con el anillo desierto, sin fondistas ni mediofondistas. He visto en 2010 y 2011 cientos de participaciones denegadas desde la Federación en categorías infantil a juvenil, en pista cubierta y aire libre, bajo el pretexto de la aglomeración. He visto a Concha Montaner en el foso de longitud, a Eusebio Cáceres impulsándose en su pértiga, a Miguel Ángel Sancho saltando en altura y a Dani Anglés lanzando en peso, todo ello a la vez en el Velódromo Lluis Puig, pero en medio de un ambiente sórdido, triste, huérfano, como si ni siquiera desde megafonía, merecieran aliento esos deportistas a los que luego la FACV exige fidelidad cuando le conviene. Podría pensar el mal pensado que la Federación, simplemente, despacha el calendario oficial como si fuera una rutina, olvidando que esos campeonatos son la más alta expresión del atletismo de la Comunidad Valenciana.
Vicente Revert no es culpable de todos los males que aquejan al atletismo valenciano, porque le rodea gente tan o más responsable que él. Tampoco puede decirse que no le pone voluntad, porque probablemente la pone, sobre todo cuando se trata de concentrarse en un hotel de Alfaç del Pi. Y a lo mejor hasta ha tenido algún acierto, aunque ahora no se me ocurra, francamente; seguro que muchas personas de su alrededor, también. Pero no puede entenderse que, con la que está cayendo, la selección valenciana de cross cadete se embarque en viajes de autobús -ida y vuelta- de 1.800 kilómetros en plena madrugada, capaces de triturar al crío más entusiasta; o que se desconvoquen los triangulares de pruebas combinadas, mientras los gastos de libre disposición presidencial suben de 12.000 euros en 2010, a 15.000 euros en 2011. Encima los patrocinadores han brillado por su ausencia, no hoy en plena crisis sino siempre, si exceptuamos alguna pequeña gestión en material de la propia Junta Directiva. Y la situación económica es preocupante; bien que lo vamos a sufrir ahora que el dinero público, de donde procede el mayor porcentaje de ingresos, ya no fluye como antaño.
No quiero extenderme. Creo que un observador neutral se daría cuenta de la situación con sólo con ver el clima de enfrentamiento de este deporte en la Comunidad Valenciana. El mostrador de Pérez Galdós no puede convertirse en una trinchera. De acuerdo, el cargo no es fácil. Conforme, la críticas cabrean al más paciente. Pero las personas y las estrategias tienen que cambiar cuando ya no funcionan. Nadie le puso una pistola en la sien a los que mandan para acceder a su magistratura. Quien ostenta la presidencia debe promover el diálogo. Hoy Alicante pide la palabra. Sería el enésimo error que la FACV no escuchara con humildad y respondiera con soluciones.
Más razón que un Santo, Juanma. La situación es la que es. Gracias por exponerla aquí en abierto.