La temporada que ya dejamos atrás será sin duda inolvidable para Alberto Salazar, destacado maratoniano estadounidense de los años ochenta que ha visto como sus dos pupilos Mohammed Farah y Galen Rupp monopolizaban los podios olímpicos de Londres en las distancias de cinco y diez kilómetros. El método del «coach» de Oregon funciona, es a día de hoy el único que ha sido capaz de romper el dominio africano del podio olímpico de fondo y cada día son más los que se preguntan: ¿qué tiene exactamente Alberto Salazar?
Nacido en Cuba pero rápidamente asentado en los Estados Unidos con su familia, Alberto Salazar fue un polivalente fondista de los años ochenta que si por algo destacó fue por ganar tres veces consecutivas la maratón de Nueva York, con una victoria también en la de Boston entre medias. Todas ellas con marcas por debajo de las dos horas y diez minutos, destacando especialmente su conato de récord mundial en la maratón neoyorquina de 1981, donde marcó un crono de 2:08.13 horas en un recorrido al que, según se demostraría más tarde, le faltaban ciento cincuenta metros. No dejó tampoco de destacar en pista, donde arrojó unas marcas de 13:11.93 y 27:25.61 minutos en cinco y diez kilómetros respectivamente, además de subcampeón mundial de campo a través en 1982. Lo que podría denominarse un tipo experimentado en aquello de correr prolongadamente.
No es cuestión de parar a examinar la carrera completa de Alberto Salazar como entrenador. Baste con saber que asentó su centro de operaciones en el Nike Oregon Project, contratado por la marca deportiva. Y ahora empieza lo bueno. A sus órdenes comenzaron a progresar atletas estadounidenses de primer nivel mundial como Alan Webb o Galen Rupp, cabezas visibles del medio fondo yanki en un mundo dominado por África con guante de hierro. Webb fue, de hecho, quien primero enseñó los dientes al mundo con sus marcas de hace ahora cinco años: 3:30.54 minutos en 1.500 metros y 1:43.84 en los ochocientos, si bien venido a menos en las últimas temporadas.
2012: EL FIN DEL MUNDO… TAL COMO LO CONOCIMOS
La temporada 2011/2012 fue tocada con la varita para el grupo de Alberto Salazar desde el primer minuto. Como bien indicaron los mayas, el mundo se terminaba, pero no porque un cometa fuera a mandar nuestras preciosas vidas occidentales volando por los aires sino porque se terminaba el orden olímpico del fondo tal y como bastantes de los aficionados lo hemos conocido. Mohammed Farah, británico de origen somalí a las órdenes de Salazar desde las últimas temporadas, destapó el tarro de las esencias con su doblete de Barcelona en cinco y diez kilómetros, su título mundial de Daegu y su nuevo título en el europeo de Helsinki, haciendo valer no sólo grandes marcas sino también un final que le han convertido en un corredor imbatible en casi cualquier distancia. Y llegó a su plenitud en Londres, delante de su gente y al son de la batuta de Salazar, donde consiguió un histórico doblete olímpico sobre cinco y diez kilómetros, sin dar ningún tipo de opción a sus rivales y negando por primera vez en muchas ediciones los dos puestos de máximo honor en estas distancias a países africanos.
Pero no iba a terminar aquí una situación ya de por sí idílica para Alberto Salazar. El «coach» de Oregon pudo ver, tan atónito como el resto de aficionados pegados a la pantalla del televisor, como Galen Rupp, el «patito feo» del fondo mundial, llegaba con facilidad y soltura a las últimas vueltas y en un potente sprint desconocido en él hasta la fecha se hizo con la segunda plaza, por detrás de su compañero de entrenamiento. En la línea de meta, un abrazo de los dos atletas bajo la corona de laurel de Alberto Salazar, un entrenador que podría decirse, ha tocado el techo de la gloria olímpica.
UN MÉTODO DISTINTO Y UN GRUPO CON RECORRIDO
Dice que ahora le dedica más tiempo a la flexibilidad y a la fuerza que cuando era atleta. Que intenta que sus atletas se tomen al menos dos semanas de descanso a lo largo de la temporada. No se priva de utilizar la tecnología más avanzada, como cintas de correr sumergidas en piscinas con los atletas corriendo con el agua hasta el pecho o las cintas antigravedad. Consciente de su deficiente técnica de carrera cuando era uno de los mejores maratonianos del mundo, Salzar se centra también en la biomecánica y la técnica de sus atletas. Y gimnasio. En declaraciones a la prensa tras el doble triunfo de su pupilo Mo Farah en Londres, el técnico aseguró que «Mo era, cuando llegó a mi grupo, el atleta más débil muscularmente que había visto en mi vida. Lo que más le ha ayudado no ha sido hacer más de cien millas semanales, sino pasar muchas horas en el gimnasio».
Un entrenador distinto con unos resultados que ahí están para quien quiera verlos y admirarlos, y con un grupo de atletas con juventud y recorrido, tanto vertical como horizontal. No se trata sólo de que Solinski, Farah o Rupp tengan todavía una edad – sobre todo Rupp, el más joven de los tres – que invite a pensar en alguna temporada más de progresión, sino que sus pupilos ya han empezado a hacer sus pinitos en asfalto. Mohammed Farah ya ha hecho incursiones esporádicas en la media maratón, con un resultado de 1:00.23 horas en Nueva York, y Galen Rupp parece un atleta que bien podría adaptarse a la distancia de Filípides sin mayores complicaciones. Si unimos este prolífico grupo de Alberto Salazar al dirigido por Jerry Schumacher (Shalene Flanagan, Chris Solinski), tenemos un pozo inagotable de calidad y medallas para el fondo que no parece tener ninguna intención de abandonar los podios que ya conquistó estos últimos años.