Entender el fenómeno Bruno Hortelano (que batió el pasado fin de semana dos veces consecutivas el récord de España de los 200 metros en pista cubierta vigente desde hace 29 años), nos lleva a reparar en sus circunstancias, en sus propias características, que nacen de la unión de unos elementos esenciales en el atletismo y que nuestro velocista posee en enorme medida: el talento – esa disposición con la que se nace y que convierte a Bruno en un grandísimo valor atlético innato -; el esfuerzo – esa capacidad de trabajo y dedicación que también vienen de fábrica y sin la cual el talento no puede encontrar su necesario desarrollo -; y las circunstancias que lo rodean – principal factor que queremos exponer aquí -, ya que Bruno, español trotamundos (nacido en Australia por motivos de trabajo de sus padres, criado en Canadá y estudiante en los Estados Unidos), es todo un producto que ha modelado el sistema universitario-deportivo americano, lo que le convierte en un elemento tan global e internacional que es un regalo, una gran oportunidad para nuestro atletismo.
La madrugada del viernes al sábado, mientras nuestras ciudades ya descansaban en esas horas centrales de la noche, en la altitud de Albuquerque, Nuevo México, el atletismo universitario estadounidense vivía su gran fiesta en esa especie de homenaje al deporte que son las finales NCAA. Unas finales dónde el calificativo de amateur queda pequeño según lo entendemos a este lado del Atlántico, con atletas que perfectamente podrían haber estado en el mundial de Sopot, y que son los llamados a ocupar en un futuro ya muy cercano las primeras posiciones del atletismo mundial.
El récord de España de los doscientos metros en pista cubierta databa de febrero de 1985, cuando en la ciudad italiana de Turín, Antonio Sánchez corrió en 20.87. De eso hace ya 29 años, y es sin duda un buen baremo para entender la magnitud de lo que significa poder estar en estas finales universitarias estadounidenses, ya que Bruno Hortelano para clasificarse entre los mejores 16 velocistas que competían este fin de semana tuvo que correr por debajo de aquella lejana marca (20.84 a mitad de febrero, si bien no se homologaron a efectos de récord al conseguirlos en una pista sin peralte de 300 metros de cuerda). Y aun así, feliz por estar presente en la gran cita universitaria, su marca era la penúltima acreditada entre todos los contendientes.
Bruno Hortelano se encontraba muy bien las semanas previas, como el mismo ha declarado, incluso se veía en esas marcas con un poco de suerte, con lo que el récord de España estaba en la mente de todos, máxime en un escenario tan fantástico.
Tercera serie. Bruno Hortelano hace una gran salida por la calle 5, y en la curva coge la compensación a calle 6. Majestuoso. Obligó a todos a apretar tanto (por la 3 llevaba al canadiense Aaron Brown), que Carvin Nkanata tuvo que correr en mejor marca personal para ganar. Brown fue segundo y Bruno tercero con un registro de 20.77 que suponía un nuevo récord de España. La fulgurante salida y curva del español apretó tanto la carrera que de esa serie pasaron 3 a la final que se disputaba sólo una hora después (pasaban los 8 mejores tiempos de entre 4 series).
Una reflexión más. Bruno no sólo batía el record de España. Partiendo con la penúltima peor marca de los inscritos, conseguía meterse en una final con los 8 mejores velocistas universitarios de un país tradicionalmente dominador, junto a los países caribeños, de la velocidad mundial. Una gesta que debe valorarse en su correspondiente medida.
En la final, partida en dos carreras con cuatro atletas en cada una, Bruno corrió en la segunda. Calle 3, desde dónde pudo ver a la «bestia» de Diondre Batson ganar el título nacional con 20.32. Bruno fue capaz de apretar tanto que volvió a mejorar su registro anterior, dejando de nuevo el récord de España un poco más allá, en 20.75. Octavo en la final, pero con todo el ranking histórico español patas arriba.
Dentro de las distancias oficiales, Hortelano ostenta ahora mismo el récord de España de los doscientos al aire libre (20.47) y en pista cubierta (20.75), así como el del relevo 4×100 también logrado en Moscú (38.46). Deseando, sin prisa, verle en el cuatrocientos, para el que técnicos y compañeros le reconocen unas virtudes excepcionales.
El gen competitivo del velocista asoma por todos los lados. Un invierno estupendo (en diciembre batía el récord de España de los 300 metros en pista cubierta con 33.46), y como ya nos empieza a tener acostumbrados explota en el momento justo, en el lugar idóneo, estableciendo dos nuevos récords en las series y en la final de su principal cita de la temporada. Al igual que hizo el año pasado, cuando en Moscú, la máxima cita del verano corrió sus 20.47, actual récord al aire libre, en el momento justo para conseguir el pase a unas semifinales de todo unos 200 metros del Campeonato del Mundo, con esa facilidad que caracteriza a los más grandes de sacar lo mejor de uno mismo en el sitio adecuado.
El sistema deportivo universitario estadounidense es una de las principales referencias mundiales. El país norteamericano entiende como nadie el deporte como una parte muy importante de la educación, y el camino que se marca desde high school y luego en la universidad hace que deporte y educación vayan siempre de la mano, de forma que son las instituciones educativas las principales garantes de los valores deportivos. Ni clubes ni organizaciones ajenas al sistema educativo, sino los mismos colegios, institutos y universidades (un modelo que con las salvedades pertinentes nos recuerda al Colegio Diputación de Castellón que repasábamos hace poco con algunos de nuestros mejores triplistas del momento).
Los éxitos están garantizados, más allá de la enorme cantera que supone para el deporte profesional. El deporte se asume como un valor cultural más, como una parte muy importante de la educación, incluso llegando al punto de que el talento deportivo puede servir como herramienta para abrir las puertas de una formación superior mediante la posibilidad de conseguir una beca deportiva que permita a algunos estudiantes ir a universidades a las que de otra manera les sería imposible.
La base fundamental queda establecida: deporte y educación para todos los jóvenes (no compiten de más pequeños, hasta más allá de los 13 años, pero sí en gran medida después), y luego, indistintamente del camino que sigan, ya tendrán la cultura deportiva como un valor más. Además, por otra parte, el sistema no deja de actuar como cantera para el desarrollo de los mejores talentos, aquellos que encaminarán sus pasos al deporte profesional, y que se van curtiendo en un modelo de aprendizaje basado sobre todo en la competición como leitmotiv, con una formación deportiva que permite que se desarrollen a base de divertirse y competir.
El sistema puede ser criticable, sobre todo el enfoque posterior del mundo profesional, pero sus virtudes son muy destacables.
Bruno Hortelano estudia en la Universidad de Cornell, en Ithaca (Estado de Nueva York), dónde está terminando sus estudios de ingeniería biológica. Bruno es un estudiante becado por sus méritos académicos, en una Universidad que no tiene becas deportivas, y su desarrollo deportivo y académico están tan ligados y unidos que prácticamente va a terminar sus estudios universitarios siendo ya uno de los mejores velocistas que ha dado nuestro país.
Como decíamos antes, el sistema universitario estadounidense (ya en términos meramente deportivos) le ha curtido tanto que a un talento y una capacidad de trabajo y esfuerzo innatos, le ha terminado de modelar el instinto competitivo. Por ejemplo, dos semanas antes de la NCAA, en la liga en la que se encuadra su universidad (Cornell participa en la Ivy League junto a universidades tan prestigiosas como Columbia, Harvard, Princeton o Yale entre otras) Bruno tenía que competir por Cornell, hasta el punto de que tuvo que participar en los 60 y 400 metros (ganando ambos) y el 4×400, convirtiéndose en el atleta más destacado de una competición en la que su principal objetivo era sobrevivir y evitar alguna lesión que pudiera alejarle de las soñadas finales de este fin de semana al tiempo que desempeñaba la mejor competición posible.
El atletismo español, en pleno cambio generacional, va llenándose de nuevos y prometedores valores, que están cambiando la piel a nuestra tradición más clásica, de forma que la velocidad, los saltos y los lanzamientos están ya dispuestos a vivir el mejor momento de toda nuestra historia, demostrando que nuestro atletismo está rejuveneciendo y dispuesto a derribar barreras que hasta ahora incluso pasaban desapercibidas.
Cuidado. Este creciente auge de jóvenes como Eusebio Cáceres, Roberto Alaíz, Bruno Hortelano, Ana Peleteiro o Fátima Diame no puede hacernos caer sólo en intentar establecer la conversión de su valor en futuras medallas, pese a que al final es lo que se les exigirá. Si somos capaces de darles el enorme valor de lo que representan sus triunfos, y entenderlos en la medida que se merecen, ya sería todo un éxito. Máxime en disciplinas tan reservadas para unos pocos como la velocidad.
Bruno Hortelano es mucho más que un producto modelado por el sistema universitario americano. Él, que cuenta que se enamoró del atletismo y la velocidad cuando en Canadá vivió la locura que siguió al oro olímpico de Donovan Baily en los 100 metros de Atlanta 1996, comentaba a la agencia EFE en una entrevista posterior a su participación en el mundial de Moscú que le «gusta crecerse en las grandes competiciones y mejorar su marca», exhibiendo esa facilidad que sólo tienen los más grandes para explotar en el momento justo, sin arrugas, sin excusas, demostrando que una circunstancia limitante sólo consigue el efecto de estimular aún más el hambre de los mejores.
Sí. Estoy seguro de que el famoso y recurrido gen competitivo tampoco se aprende en ninguna parte. Pero desde luego, la capacidad competitiva de nuestro velocista ha encontrado la horma de su zapato en el sistema de las universidades americanas y su fomento de la educación, el deporte y competición como nexo inseparable. Brunjob, como bromea con sus compañeros de Cornell. El factor Bruno Hortelano.
Foto | Track & Field News
Tengo mucha fe en este chico. Y ha dejado de ser un joven prometedor para convertirse en toda una realidad. Magnífico artículo Miguel, como siempre.
http://www.soy-cobarde.blogspot.com
En los países anglosajones el deporte y la educación (tanto secundaria como universitaria) van de la mano desde hace más de un siglo. Por algo el 90% de los deportes se crearon en Gran Bretaña como una especie de codificación de los juegos tradicionales; codificación que comenzó en sus escuelas y Universidades.
Por cierto, coincido en que este chico es una bendición para nuestro atletismo…