Haile Gebrselassie sabe que ya no puede correr maratones como lo hacía tiempo atrás. Ya no es el más rápido, ni siquiera uno de los mejores, y la edad y los kilómetros no perdonan a nadie. Sus piernas no responden a los entrenamientos como antes, y cada mañana, al despertar, su cuerpo cansado de tantos horizontes a la carrera le recuerda que está empezando a olvidar cómo recuperarse de cada esfuerzo. No ha dejado de correr ningún día, pero sabe que ya no es el mismo, que su tiempo como emperador ya llegó a su fin.
Londres prepara la carrera del siglo y para ello ha reunido a los mejores maratonianos de la historia, a un grupo de jóvenes que tras la retirada de Haile se han encargado de desafiar a toda lógica y llevar los relojes hasta dónde nadie ni se había imaginado. Y precisamente en esta edición de la carrera a orillas del Támesis, esos jóvenes que tantas veces han soñado ser como él, tendrán la oportunidad de seguir su zancada como liebre de lujo.
Haile, detrás de esa sonrisa infinita, con esa zancada interminable, sigue entrenando, disfrutando su camino, sabedor de su fortuna por poder vivir un momento en el que ya sin presión pueda ayudar a otros corredores a cumplir sus sueños, al igual que otros tantos lo han hecho antes por él.
Pero desde que Haile se comprometió a hacer de liebre en la maratón de Londres no se ha podido quitar de la cabeza el pensamiento de una nueva oportunidad: ¿Por qué no? ¿Por qué no correr como antes una última vez? Y así, cada amanecer a través de decenas de nuevos kilómetros, su mente ha ido tejiendo un pacto consigo mismo: correr más rápido que nunca para dejar de correr para siempre, sufrir lo indecible para disfrutar de la vida eterna. La última carrera, la última maratón, el último final.
Y así empieza el relato de cómo Haile corrió y gano su última carrera, la Maratón de Londres de 2014.
Los primeros meses del año fueron transcurriendo con la prisa habitual, y Haile, feliz, entrenaba en silencio sin desvelar a nadie sus pensamientos, temeroso de ser acusado de los desvaríos de alguien que no se acostumbra a no llegar el primero. Tenía un plan para dejar de hacer lo que más ha amado en su vida, y lo haría superándose una vez más, corriendo más rápido de lo que lo había hecho nunca.
A medida que se acercaba la fecha de la carrera, la idea fue siendo cada vez más fuerte, hasta el punto que lo que en principio era a todas luces una locura se transformó en una locura planificada, en una estrategia perfectamente orquestada.
Desde la salida y hasta el kilómetro 27 haría exactamente lo estipulado por contrato, llevando a todo el que pudiese seguirle a ritmo de récord del mundo de forma perfecta, constante. Al cruzar el cartel del kilómetro 27 se echaría a un lado, pero no dejaría de correr, diciendo a la dirección de carrera que quería acabar, sólo acabar. Llegado ese momento sólo quedaría olvidar el dolor y saber que todo dependería de llegar a las puertas del kilómetro 32. Una vez allí todo sería más fácil, pues sólo quedarían diez mil metros.
Haile no puede recordar el número de veces que ha corrido esa distancia en su vida, pero sabe que ésta va a ser la última vez que lo hace en una maratón, y que jamás volverá a sufrir, que jamás volverá a sentir esa misma mezcla de dolor y felicidad. Cierra los ojos, y recuerda al niño que corría a la escuela, al joven que devoraba el mundo a base de kilómetros, al hombre que tuvo todos los maratones a sus pies.
Recuerda que hace poco corría esa distancia en menos de veintiocho minutos, recuerda todas y cada una de aquellas maravillosas veinticinco vueltas al estadio olímpico, y como si los recuerdos de cada vuelta a la pista fuesen un paso más a dejar de sufrir, corre volviendo a sentir el tartán bajo sus pies, abandonando el asfalto londinense y trasladándose a aquel estadio olímpico para volver a correr como lo hacía antes. Pues al final, en su interior, Haile sabe que hay cosas que no se pueden olvidar, aunque el cuerpo se empeñe en ello.
Todo acto de locura deja de serlo al tener un plan, y tenía una idea para ganar esa carrera. Lo que pasó ese domingo del mes de abril en Londres ya es historia: Haile corrió su último maratón.
Foto | nydailynews.com
Posiblemente hablemos del más grande atleta de la historia(o al menos uno de ellos).<>.Grande Haile.Referente para todas las generaciones:pasadas,actuales y futuras.Nunca un mal gesto.Idolo por siempre.Mucha suerte en la vida,»emperador».
Bueno… eso de «nunca un mal gesto»… que le pregunten a Fabián Roncero… 😉
Por lo demás, totalmente de acuerdo RunningAlvaro.
http://www.soy-cobarde.blogspot.com