Marta Domínguez es, con el currículo en la mano, la mejor atleta española de todos los tiempos. Ha sido campeona mundial de 3.000 obstáculos, doble oro europeo y doble subcampeona mundial en 5.000 metros, medallista hasta en 6 ocasiones en Campeonatos de Europa y del Mundo en 3.000 metros indoor, oro continental individual y por equipos en cross, 28 veces campeona de España en diferentes categorías, distancias y superficies, y -lo que es más meritorio- si excluimos su embarazo en la campaña 2010-2011, ha permanecido 18 temporadas en la élite universal, practicamente desde 1993 (año de su victoria en el Europeo junior) hasta 2012, cuando ya en la categoría W35 y rodeada de una polémica incompatible con el alto rendimiento, se clasificó duodécima en los Juegos Olímpicos de Londres.
De todos sus momentos estelares, y mira que ha tenido, me quedo con una semifinal, la de los 5.000 metros de los Mundiales de París, disputada la tarde del 26 de agosto de 2003.
Aquel verano estaba siendo desastroso para ella. Poco antes había acreditado un registro modesto de 4:16.49 en 1.500 metros. La prensa discutía su selección. Arrastraba, además, unas molestias que le impedían entrenarse con normalidad. Pero Marta se transfiguró en el Estadio Nacional de Francia, como siempre se transfiguraba en la alta competición. Fue una carrera rápida, comandada por la japonesa Kayoko Fukushi y la china Yingjie Sun (recuerden, la que apenas movía los brazos al correr). Se hizo una selección de sólo cinco mujeres, Marta entre ellas, que se presentaron a la altura de los 4.000 metros en 11:49.78, un paso perfecto para tumbar el récord de España de Julia Vaquero (14:44.95). Pero, mire usted por dónde, justo las cinco primeras calificaban para la final. Y se pararon. Marta hizo la última vuelta de paseo y detuvo el crono en 14:48.33, a la postre la mejor marca de su vida, aunque los aficionados intuyen que alguna vez ha valido como 15 segundos menos. Días después, en una final táctica que la palentina corrió con desparpajo de campeona y sin ceder la cuerda a nadie, sólo fue superada por una tal Tirunesh Dibaba derrotando, a su vez, a fondistas de la talla de Edith Masai, Gulnara Galkina, Elvan Abeylegesse, Gabriela Szabo, Sonia Sullivan, Zarha Ouaziz, la dos veces dopada Olga Yegorova o, incluso, a una joven Meseret Defar, quien ya fuera noqueada en semifinales. Yo aquel mes de agosto sentí admiración -corrijo- devoción por Marta y por el espíritu aguerrido que encarnaba al vestir la camiseta de España.
Vinieron y pasaron días, récords, medallas, triunfos. Y creció un afecto, creo que muy sincero, entre ella y buena parte de la cúpula de la Real Federación Española de Atletismo (RFEA), sobre todo con su presidente José María Odriozola, señalado como cooperador necesario de algunos éxitos de la corredora, por ejemplo en los Europeos de Gotemburgo-2006, cuando tras quedar séptima en los 10.000 metros, la convenció para salir en los 5.000, y ganó.
Pero poco antes de eso, el 23 de mayo de 2006, los agentes de la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil se incautaron -en el marco de la Operación Puerto- de 96 bolsas de sangre y 20 de plasma conservadas en un arcón frigorífico en un piso de la madrileña calle Caídos de la División Azul, propiedad del doctor Eufemiano Fuentes. Una de las bolsas, la número nueve, tenía la indicación Urco, como el antiguo perro de Marta Domínguez. Según parece, la red bautizaba las bolsas con sobrenombres o con el apodo de la mascota del dueño, igual que en el caso del ciclista Iván Basso, positivamente identificado bajo el apelativo su perro, Birillo. Además, según se supo más tarde, en la agenda de Eufemiano aparecía el nombre de Marta y su móvil, así como un calendario de competiciones. La bolsa número nueve, la de Urco, no se ha analizado a día de hoy.
Cuatro años más tarde, el 9 de diciembre de 2010, los agentes de la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil detuvieron a Marta Domínguez en la Operación Galgo. Ocho horas después fue puesta en libertad con cargos acusada de un delito contra la salud pública (tráfico de sustancias dopantes) y delito fiscal.
El 12 de julio de 2011, la jueza Mercedes Pérez Barrios la exculpó del tráfico de dopaje, y el 17 de noviembre del mismo año de la evasión de impuestos, aunque en su auto, la magistrada deslizaba que Marta era «sujeto pasivo de dopaje».
Fuera como fuese, Marta Domínguez, más allá de su relación con el técnico César Pérez o quizá con el doctor Eufemiano Fuentes, era inocente de los cargos que se le imputaban. Es un hecho probado, y nada baladí porque le puede suceder a cualquiera, que Marta fue injustamente acusada y detenida.
Eso, a nivel jurídico.
Pero quedaba la bolsa de sangre con el nombre de su perro Urco. Y las anotaciones en la agenda del médico. Y el eco de las conversaciones telefónicas (demasiado tarde para anularlas, que decía la copla) y la nueva documentación aprehendida en la Operación Galgo. Y la inhibición de la jueza para probar si Marta se dopaba o no, porque esa cuestión, analizar las bolsas, escapa en este país a las competencias de un tribunal. Por no hablar de la mala gestión del caso por parte de la fondista, quien con una maravillosa oportunidad por delante para contar la verdad y reconstruir su imagen, negaba declaraciones a los medios y mostraba su mal humor cuando topaba con la prensa.
El 21 de mayo de 2013 se abrió un tercer frente: las anomalías del pasaporte biológico de Marta en 2009 y 2010. El caso tenía que ser analizado en primera instancia por el Comité de Disciplina Deportiva de la RFEA, partidario de no sancionar porque barajaba otras explicaciones científicas para justificar los vaivenes en la serie roja de la sangre de Marta. Los representantes del Comité, (¿sensibles por la injusticia que los tribunales cometieron con ella? ¿reticentes a absolver a las primeras de cambio? ¿queriendo tal vez que otros organismos se mojaran en el caso?), trasladaron el asunto a la Comisión de Control y Seguimiento de la Salud y el Dopaje, que en diciembre de 2013 se declaró a su vez incompetente y devolvió el marrón al Comité de la RFEA; el cual falló hace pocos días dando por buenos los argumentos científicos aportados por la defensa de Marta Domínguez, que poco más o menos se resumen en cuestionar la fiabilidad del pasaporte y en que Marta padece hipotiroidismo. Y todo esto mientras Alejandro Blanco, presidente del Comité Olímpico Español, declaraba que «la atleta ha pasado cincuenta mil controles limpios».
¿Bueno, y qué?, se preguntará el aficionado. Un heptacampeón del Tour de Francia, Lance Armstrong, pasó cien mil y, precisamente por eso, porque el negocio mundial del dóping se ha especializado en burlar los controles puntuales y es notorio que sólo se caza a a los despistados, el pasaporte biológico se ha revelado como la forma más certera -año 2014-para saber qué hace el atleta con su cuerpo durante todo el año, y no sólo cuando, igual que en la autopistas, hay un radar que para más INRI te chiva el Tomtom. Incluso la RFEA y el CSD (Consejo Superior de Deportes) tuvieron que elevar una nota defendiendo la eficacia de dicho pasaporte.
Por no hablar del hipotiroidismo, un pretexto como el asma, las alergias o la gota, que no es la primera vez que aparece en el argumentario mundial de las excusas deportivas.
No hay que ser Sherlock Holmes para saber que esto no quedará así. Habrá probablemente recurso en instancias internacionales afeando la tibieza española. Otro más. Y el organismo que finalmente deberá establecer si Marta Domínguez se dopó o no será el TAS (Tribunal Arbitral del Deporte), como ya ocurriera con la vallista Josephine Onyia.
No remataría este texto a gusto si no admitiera que a día de hoy, ninguna mujer ha dado más por el atletismo nacional que Marta Domínguez, siempre partiéndose la cara entre las mejores en Berlín, Edmonton, París, Munich, Gotemburgo, Praga, Pekín y tantas y tantas urbes del imaginario atlético global. Pero la resolución de su caso, lo siento mucho, no es satisfactoria. Ya no estamos en 2006, cuando Pescanova era una empresa impoluta y las cajas de ahorros se poblaban de consejeros que no sabían leer un balance. O en 2008, cuando algunos negaban la crisis. La gente está harta de engaños, de mentiras, de falsos ídolos. De admirar y confiar en fulanito para descubrir, años después, que era un yonki de la EPO, un conseguidor de falsos ERES o un amiguete de Álvaro Pérez, el inefable Bigotes.
Y sí, ya sé que la carga de la prueba recae en quien acusa y no en el acusado, y que las redes sociales y los periodistas quieren respuestas incluso cuando es legítimo callar. Pero si Marta no aprende a caminar al compás de los tiempos que nos acompañan, si no entiende que en la España de 2014 los políticos además de ser honrados tienen que parecerlo, y los deportistas tres cuartos de lo mismo -ella es ambas cosas-, si no emplea más energía que nadie en que se analice la bolsa número nueve (Urco), dará igual que el TAS la absuelva, porque la opinión pública internacional saca sus propias conclusiones y hace tiempo que la credibilidad del atletismo español se despeña con Marta desde la cumbre de su impresionante palmarés. Así que calcúlese el castañazo si encima el TAS no la absuelve.
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Cuando el rio suena… Y en el caso de esta señora suena mucho!
Todo lo que «ha conseguido» no vale de nada si hace trampas y menos si luego miente y se escusa en afecciones que ,como bien se dice,son y han sido pretexto en mil ocasiones y que ya nadie cree, pero…la politica llega al deporte y como vamos a reconocer que una senadora del partido del govierno es una tramposa? Y cono va a renunciar españa a todas esas medallas? Estamos locos? A ver si con el tiempo la gente se olvida no?
A mi me da verguenza ,asco y mil etquetas mas que me voy a callar …
La verdad es que el argumento de dar 4 falsos positivos puede con una probabilidad estimada de error de 1/1000 es estadísticamente improbable… si a eso le añadimos que los descensos de los valores de hematocrito se producen lejos de los periodos de competición y aumentan en periodos de competición… tiene en contra la estadística y la lógica, y más, cuando debería ser al revés ya que el esfuerzo causa bajón de niveles de hematocrito hace que pierda credibilidad.
pero ahí no termina la cosa… generalmente cuando hay un caso de doping, se acusa por 2 años, al deportista se le permiten dar alegaciones y si finalmente es positivo se declara culpable y colabora se puede rebajar a 1 año de sanción… si en lugar de eso encuentran agravantes se incrementa hasta 4 años… la señora Domínguez fue tan creíble en su alegación que la aumentaron a 4 años la petición, vamos que la IAAF no dio credibilidad a sus argumentos y aumentaron la sanción…
En su primer caso salió de rositas con la escusa de «me han metido droga en los bolsillos», bueno no exactamente, pero sí una versión de esa escusa, ya que anuló los resultados de los análisis de las sustancias encontradas (nunca se pudo saber lo que realmente había) porque no se habían seguido al 100% los protocolos de almacenamiento de pruebas y alguien pudo meter droga en lo encontrado… vamos se anularon pruebas porque «la pudieron meter droga en los bolsillos»…
indicios hay… 4 veces «falsos positivos» y que la «metan droga en los bolsillos» son las mejores armas que tiene para la defensa
también podríamos hablar de los 2 casos Mullera, uno en el que se le anularon unos emails en los que «presuntamente compraba derivados de la EPO», una vez anulados fin del caso porque era la única prueba y otro en el que la IAAF también pidió a la federación una condena por un presunto postivo y la federación decidió que era mejor no sancionar
La Federación no sancionando casos de internacionales me hace que las sospechas deberían ir en ese sentido, ya que el: «como caiga yo tiro de la manta» me recuerdan al caso Barcenas y los papeles que aparecieron una vez entró en la cárcel… quizá como una de las vacas sagradas sea sancionada caigan algunos médicos y atletas de cierto prestigio