yohan blake bestia

En las Bahamas, en pleno océano Atlántico frente a las costas de Florida, el tiempo transcurre tranquilo. Quieto con la calma de los cercanos paraísos caribeños, descansado con el reposo de las idílicas playas de arenas blancas y aguas turquesas.

Hasta Nassau, su capital, durante el pasado fin de semana se ha desplazado el atletismo mundial para la celebración de un nuevo campeonato por relevos – IAAF World Relays – con la única consigna de la búsqueda del espectáculo y la persecución de una de las esencias del atletismo como es la velocidad y el show que lo rodea, también aplicados al medio fondo y al juego en equipo.

Mirando alrededor, en una época como la actual en la que el deporte de alta competición es más que nunca la mejor versión de un espectáculo televisivo, cada deporte se abraza a su propia identidad, a sus sentimientos. A aquellos de sus valores que mejor encaucen las altas audiencias, los minutos de prime time y la demanda global.

Por ejemplo, y salvando las distancias, el fútbol, con menos necesidad de venderse a sí mismo, busca una de sus identidades más reconocidas, y tal como el balón gira en cada rincón de las favelas de Río, en cada solar y calle, en cada playa brasileña dónde el fútbol es una parte más del alma de cada ciudadano, el Campeonato del Mundo arrancará en Brasil dentro de unas semanas bajo el imponente escenario de Maracaná y la grandeza histórica de la selección canarinha. El camino no está exento de polémica debido a la gran multinacional en la que se ha convertido este deporte, pero si es un intento de transmitir al mundo uno de sus elementos más reconocibles.

Lejos de allí, en las antípodas geográficas y de relevancia del todopoderoso balón, el ciclismo, otro deporte de características muy similares al atletismo, no deja de perseguir sus propios fundamentos al tiempo que busca nuevas fórmulas para enganchar de nuevo al gran público. Qué mejor competición para ello que el bello Giro de Italia que se disputa estos días, con su anarquía, con su dureza e imprevisibilidad. Como la que se desprende en las carreteras nevadas del Gavia, del Stelvio, de las cimas míticas de los Dolomitas dónde se forjan los sueños y nacen los mitos, al tiempo que se intenta atrapar al espectador para presenciar la transformación en héroes de los ciclistas, tan maltratados, tan empeñados en seguir soñando.

Y en esas, no nos desviemos más, el atletismo piensa en su futuro, en las ganas de trascender y atrapar al gran público más allá del lujoso escenario que tiene reservado cada cuatro años, cuándo en los Juegos Olímpicos todos los focos mundiales iluminan el tartán y escriben la historia de nuevos ídolos, de nuevas leyendas.

Porque atletismo es la soledad del entrenamiento, pero también es el lujo de los flashes, la emoción del estadio animando a ese último esfuerzo que permita llegar más lejos, más rápido, más alto.

Por una parte el atletismo es tradición. El aire británico de la milla y las viejas pistas de ceniza, los míticos campos de entrenamiento como Volodalen o las dunas de Cerutty, los polvorientos caminos que bordean Iten en pleno valle del Rift. El apego casi religioso a la jabalina en los países nórdicos, el centro de la vieja Europa respirando cada lanzamiento, cada estrella del deporte universitario americano que sueña con un nuevo salto. El atletismo es la pista de los viejos estadios olímpicos dónde viven para siempre las leyendas, o los míticos estadios como el Hayward Field de Oregon o el estadio de Zúrich que podremos ver este verano acogiendo el mundial junior y el campeonato de Europa respectivamente.

Por otra parte, el atletismo también es y debe ser puro espectáculo, con la velocidad y los focos sobre las carreras que designan a los más rápidos del mundo como paradigma. Y eso es quizás lo que más ansía buscar la IAAF, intentando explotar el gran ejemplo que supone el fenómeno Usain Bolt y la magia que transmiten los países caribeños dónde nacen los atletas más rápidos del mundo.

Y es que, sobre todo, el atletismo es y debe de ser futuro

Así, junto a la celebración de los Campeonatos del Mundo al aire libre cada año impar (y en pista cubierta los años pares), una de las claras y tradicionales apuestas de la IAAF en esta línea es el lujoso formato de la Diamond League, formada ya por 14 encuentros y con un recetario muy claro: los mejores escenarios del mundo y las principales estrellas internacionales dentro de un formato de meeting acogido a las reglas televisivas de duración y ritmo, con alguna pega como un acortamiento de los concursos, pero en esa línea de búsqueda del prime time. Y a lo que ahora, en una vuelta de tuerca más, debemos de unir la celebración de este novedoso campeonato de relevos.

Una vez finalizados los dos días de competición de los IAAF World Relays, es el momento de hacer balance, y las opiniones y comentarios generales invitan al optimismo. Ha sido un buen espectáculo, el público ha vibrado en las gradas y se ha conseguido una muy decente participación.

Los kenianos, con Obiri y Kiprop al frente, y el medio fondo femenino norteamericano como ganadores han hecho un homenaje a los innovadores relevos del 4×800 y el 4×1.500. Puro espectáculo, el 4×400 nunca defrauda. Y la velocidad siempre está dispuesta a enganchar a la gente a la televisión, con los jamaicanos y las estadounidenses como ganadores en sus respectivas pruebas en los 4×100 y 4×200 de esta primera edición, que además ha supuesto la gran noticia del regreso al escenario del recuperado Yohan Blake.

Dentro de esa incesante búsqueda del show la IAAF ha optado por un elemento geográfico muy acertado, y la elección de las cercanías del Caribe como escenario permite llevar los focos al lugar dónde la velocidad y la explosividad se respiran mejor que en cualquier otro lugar del mundo. Un paso más no sólo en la búsqueda de un nuevo «mercado», sino un viaje a una de las cunas mundiales de una parte muy importante de este deporte.

Sin duda, el futuro de nuestro deporte no pasa por las próximas ediciones de los World Relays, pero si puede ser un buen elemento que ayude a fomentar el atletismo y a vender el espectáculo que representa. Los fantásticos Penn Relays de Philadelphia, toda una fiesta que se celebra desde 1895 con sus prestigiosas carreras de relevos, son un gran ejemplo a seguir.

El campeonato que se ha celebrado este año ha sido sin duda un éxito, pero la fórmula debe de terminar de pulirse. Lo primero debe de ser encontrar y afianzar un buen hueco en el calendario. La cuestión no es sencilla, ya que la agenda actual da muy poca oportunidad. El verano, con el principal objetivo de cada año (Juegos Olímpicos, Campeonato del Mundo o Campeonato continental en su defecto) domina todos los planteamientos. Unas semanas antes, cada país tiene sus propios campeonatos nacionales, que constituyen el objetivo fundamental y primero de cualquier atleta. A su alrededor, los mejores meetings (incluidos en la Diamond League) que permiten afinar y estirar estados de forma en busca de esas grandes marcas. Echando la vista atrás encontramos las fechas elegidas para esta primera edición, un poco a principio de temporada, pero como una solución salomónica que permita a la competición insertarse en el calendario en un momento que quizás no sea el peor dados todos los condicionantes. Los americanos, con un inicio de la temporada anterior al resto, llegan ya fuertes, y para los caribeños y africanos, ya con la Diamond League arrancada quizás sea un buen elemento motivador de inicio del verano. Es desde el punto de vista europeo dónde pueden llegar los principales inconvenientes, en un momento tan inicial de la temporada y sobre todo con los compromisos con los clubes en estas semanas, que como por ejemplo en el caso de Italia, ha obligado a notables ausencias y a presentar algún equipo de forma testimonial. En todo caso confiemos que, si se sigue apostando por esta competición, ella misma vaya afianzándose en el calendario como una referencia.

Así mismo debe seguirse trabajando por encontrar la forma de dar valor a los ganadores que salgan de aquí y terminar de definir qué es exactamente esta competición. Ni siquiera tenemos muy claro como referirnos a este campeonato, y desde luego no podemos calificarlo como Campeonato del Mundo (los del 4×100 y el 4×400 se disputan cada dos años dentro del mundial correspondiente), por lo que sin entregar ni siquiera medallas ni títulos, toca seguir pensando de qué competición hablamos realmente y cuál es su valor.

También será esencial una fuerte apuesta a favor de que las grandes estrellas mundiales estén aquí, pues de otra manera no se reconocería nunca como una gran competición. Y por último se antoja vital uno de los elementos preponderantes en nuestra sociedad actual: la publicidad y la forma de ofrecer el espectáculo al público potencial. El ruido mediático, con la televisión por bandera, es un ámbito indispensable sobre el que trabajar, ya que se trata de cómo transmitir estas sensaciones y ayudar en el camino del atletismo al espectáculo.

El futuro de nuestro deporte pasa por la defensa a ultranza de la base, pero también por la búsqueda del mejor espectáculo que permita «vender el producto» lo mejor posible. El camino va bien marcado en todos los intentos de «sacar a la calle» el atletismo, de pelear por hacerlo lo más asequible y espectacular posible para que la gente pueda engancharse con más facilidad. Porque como hemos venido diciendo es esencial convencer a la gente del gran show que pueden ver, buscando ese equilibrio siempre necesario entre la mejor de las tradiciones y la más rutilante de las modernidades.

De tradición y espectáculo el atletismo sabe mejor que nadie. Y en esa línea, todos los intentos por hacer el pastel más atractivo a la gente seguro que serán bien recibidos.

Videos oficiales para recuperar en diferido los IAAF World Relays.

Informe Robinson (Canal +). Jamaica, tierra de velocistas.

Imagen | IAAF.

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