Puerta grande o enfermería. Cuando todavía está esperando a su maleta en las cintas del aeropuerto de Barajas, Jorge Ureña (Onil, 1993) ya piensa en lo que se le viene encima. «A Belgrado iré a por las medallas, todavía queda un mes, tengo margen de mejora«, dice el Madelman de Alicante apenas veinticuatro horas después de reventar el récord de España de heptathlon en Praga.
A sus veintitrés años cortos, Jorge Ureña es un tipo sencillo. Lo era cuando se partía el alma en el olímpico de Montjuic para dar la sorpresa en un mundial junior, lo fue en Pekín, Ámsterdam y Portland, cuando la suerte no se puso de su parte, y lo es recién aterrizado y afianzado como uno de los mejores heptathletas de Europa. «Sabía que estaba bien, pero nunca sabes, en un principio el objetivo era conseguir una marca para ir a Belgrado», explica en conversación telefónica con Foroatletismo.
El pasado domingo, el de Onil salía triunfante del O2 Arena de Praga, el mismo estadio donde dos años antes había sido séptimo en el euroindoor: había conseguido 6.249 puntos como 6.249 soles, metiendo más de ciento setenta a su anterior plusmarca. Mejoró en casi todas las pruebas. ¿Su mejor sensación? «Buah… no lo sé, en la longi tuve muy buena sensación, pero en el salto bueno alargué mucho para pillar tabla, a lo mejor si llego a ajustar bien…», afirma.
Un heptathlon son siete oportunidades perfectas para meter la pata. Un decathlon, diez. Ya en frío, Ureña está seguro de que todavía puede mejorar y estar en el pódium de Belgrado: «Todavía queda un mes, todavía puedo corregir aspectos técnicos. Puedo mejorar un poco en todo, ajustar las carreras, afinar más el nervio, la chispa…», afirma este Superman de formato llavero.
Con su metro setenta y ocho y sus menos de ochenta kilos, mira por el retrovisor desde lo más alto del ránking mundial a rivales mucho más corpulentos que él y con los que se verá las caras en Belgrado: «No sé cómo están los extranjeros, muchos van invitados», reconoce. Habla, por ejemplo, del francés Kevin Mayer, subcampeón olímpico de decathlon, que todavía no ha competido este año ni tiene que hacerlo para ir.
Un tipo sencillo, Jorge Ureña, que espera en el aeropuerto después de hacer algo extraordinario. No tenía afinado «el nervio», pero corrió los 60 metros lisos en 6.91 segundos y las vallas en 7.85 segundos. Tuvo que «alargar para pillar la tabla» pero saltó 7.62 metros en longitud, otros 2.04 metros en altura y cinco metros justos en la tan temida pértiga.
Y, por fin, estuvo a la altura en el peso con 13.96 metros, reconciliándose con un sector de lanzamientos que por ahora le ha dado más quebraderos de cabeza que alegrías: «He empezado a hacer más pesas para ganar algo más de fuerza, más que nada en pectoral», explica, añadiendo también que no han introducido grandes cambios en sus métodos de entrenamiento.
‘Combinero’ desde la cuna
El espectáculo de Jorge Ureña no puede entenderse sin el de José Antonio Ureña. Padre y entrenador de la criatura, explica que su retoño «de recién nacido ya hacía combinadas, las vivía«. No lo dice por hacer la gracia. José Antonio Ureña (Onil, 1967) lleva trillando las pistas de atletismo de España desde antes de que la navaja suiza que tiene por hijo empezase a gatear.
A sus cincuenta años recién cumplidos, corre los sesenta metros en ocho segundos pelados, lanza el peso a casi once metros y, como le pasa a todo buen ‘combinero’ que se precie, hace tres bolos en la pértiga de vez en cuando. Llegó a amasar 5.495 puntos en heptathlon, y su mejor marca en decathlon (7.372 puntos) llegó cuatro meses antes de que su hijo llegara al mundo. Ahora le conduce por lo más alto de los ránkines mundiales junto con Jesús Gil Poveda.
«Los récords siempre son complicados, nos ha sorprendido un poco, lo ha batido por bastante, pero pensábamos que estaba para hacerlo», dice este veterano de las pistas. Conoce las pruebas combinadas como a un familiar más, y es tan exigente como su retoño: «Tiene margen de mejora en todas«, dice, reconociendo que «en las combinadas lo complicado es que tienen que salirte todas bien». Coincide en el diagnóstico: «En la longitud ha hecho marca, pero en un intento se comió la tabla y en el otro se quedó lejos, puede saltar más de 7.70 metros«, dice. En altura «saltó 2.04 pero puede saltar 2.10, hay muchas pruebas en las que hay margen de mejora», explica.
En su retina – y en la de todos – quedan competiciones importantes en las que no todo fue tan bien. La fiebre de Portland. El disco de Ámsterdam. La pértiga de Pekín.
Este invierno está claro que el de Onil ha hecho los deberes en lo que toca, el lanzamiento de peso, conquistando la barrera de los catorce metros: «hemos insistido más, buscando un poco más el trabajo de técnica y la fuerza», explica Ureña senior, el que se llevaba las manos a la gorra en el Olímpico de Ámsterdam cuando, desde la barrera, veía a Jorge estampar el disco tres veces contra la red. «Le vi muy jodido pero llorar no lloraba«, aclara el plusmarquista nacional.
«Está fuera de mi alcance»
Hace veinticinco años por estas fechas, Antonio Peñalver rascaba un bronce en el heptathlon del euroindoor de Génova y conseguía un récord de España que duraría más de veinte años. Pero el subcampeón olímpico tiene claro que ni el mejor Peñalver podría haber derrotado al mejor Ureña: «Podría haberme durado el récord un año más, pero ya está, no más, los 6.249 puntos de Jorge están fuera de mi alcance«, reconoce el murciano que atesoró 6.062 puntos.
Antonio Peñalver sigue con atención la actualidad del atletismo y ha seguido muy atento la competición de Praga este fin de semana. Por ver cómo Ureña despedazaba sus registros, y por ver la progresión de su pupilo Sergio Jornet.
Una vez retirado de la política, compagina la docencia con la labor de entrenador. «Bueno, soy el adjunto», bromea el que fuera Director General de Deportes de Murcia durante ocho años: «Ahora que no soy político tengo más tiempo y la idea era esa, volver a la pista».
Desde el primer momento tenía claro que Jorge Ureña iba a reventar la tabla húngara en Praga. Y tiene la clave: «la longitud es la prueba que marca la diferencia. O dicho de otra manera, si fallas en longitud tienes muy difícil hacer una buena marca», explica.
Precisamente lo que le pasó a él en Génova, que se quedó en unos tristes 7.02 metros que le robaron una marca mejor. En Praga, Ureña hizo sesenta centímetros más: «Si sabes gestionar esa emoción de haber hecho un marcón en la segunda prueba… es una lanzadera bestial».
«Ocho mil quinientos, como poco»
Belgrado será un escaparate único para Jorge Ureña, convocado por él mismo para luchar por las medallas, pero también tiene igual de claro su objetivo para el aire libre: «Ocho mil puntos. Deberían salir ya. Ocho mil largos«, dice muy seguro. Peñalver coincide: «El decathlon es muy puñetero, pero las marcas que ha hecho no son de ocho mil puntos. Son de ocho mil quinientos, como poco», asegura. El récord de Francisco Javier Benet (8.526 puntos) está más que amenazado.
Asegura Ureña que su próximo heptathlon será ya en Belgrado, y que en el campeonato de España hará «algunas pruebas sueltas«, seguramente con garantías de colgarse una medalla. Como si hubiera escuchado el consejo que le lanza Antonio Peñalver: «Que lo disfrute. Él sabe lo que le estoy diciendo. Yo cometí el error de estar siempre pensando en lo que podría haber hecho mejor. La serenidad de disfrutar las cosas hace que salga todo más fácil», asegura.
Y sentencia el hombre que se colgó la plata olímpica en Barcelona: «Fíjate lo que tiene, 6.249 puntos. Lo digo y se me corta el aliento«. Otro tipo sencillo. En la más compleja de las pruebas.