La piel es el mayor órgano del cuerpo, actúa como barrera protectora protegiendo las estructuras del organismo, pero todo tu entorno tiene un efecto sobre ella (aire, agua, microorganismos, etc.), principalmente la exposición solar.
Cuando llega el verano, suben las temperaturas y a muchos corredores les da reparo correr bajo el sol por las posibles quemaduras que se pueden sufrir. Busca sombras, tápate la cabeza con una visera o gorra, escoge los mejores horarios y utiliza ropa cómoda para épocas de calor.
Además, cuando quieras tomarte un merecido descanso en la playa, no puedes dejar de preocuparte del sol. En verano, puedes observar a dos tipos de personas: los que poseen una piel bronceada y no se queman, y los que queman su piel con la mínima exposición al sol, tomando un tono rojizo. Es de sentido común saber que esa quemazón no es muy beneficiosa ya que incrementa el riesgo de cáncer de piel.
En pleno verano, cuando la radiación es tan fuerte, es conveniente armarse hasta los dientes en cuanto a protección solar, sobre todo en las zonas sensibles que son más propensas a quemarse (rostro, alrededor de los ojos, manos, pies, etc.) ya que son, probablemente, las partes de tu cuerpo que sufren más con la exposición al sol.
Bronceados vs pieles claras
Parece el título de una película de indios y vaqueros, pero en verano puedes hacer fácilmente una distinción de ambos tipos si vas a la playa.
Limita tu exposición al sol durante los primeros días, sobre todo si eres de esas personas con la piel clara. De esta forma, podrás permitir que los melanocitos de tu cuerpo aceleren la capacidad de producir esa pigmentación protectora que no sólo te dará un bronceado, sino que también servirá para protegerte de una exposición excesiva cuando haces tiradas largas o cuando te quedas dormido en la playa.
De cualquier modo, tanto si estás muy bronceado como si tienes la piel muy clara, siempre es mejor ir con cautela teniendo como objetivo principal no quemarte a causa de una excesiva exposición al sol.
Cómo hidratar la piel
Puedes utilizar una crema hidratante sin Factor de Protección Solar (FPS) solamente para hidratar tu piel o utilizar algo más simple como, por ejemplo, el aceite de coco orgánico.
Si el hidratante que vas a utilizar posee algún valor de FPS, tu cuerpo difícilmente podrá producir vitamina D, uno de los principales beneficios de la exposición al sol. Por otra parte, una buena forma de mantener hidratada tu piel es gracias a los alimentos que poseen componentes antioxidantes y vitaminas A y C, presentes en los carotenos como la zanahoria o el tomate.
¿De qué depende que te quemes?
Dependiendo de la susceptibilidad de la piel de cada persona, y sobre todo, del tiempo de la exposición, se podrían producir quemaduras en la dermis en menor o en mayor grado.
Tras largas exposiciones al sol, un cierto porcentaje de piel no se repone, Lo ideal es limitar el tiempo que estés bajo el sol, evitando las franjas de riesgo por intensidad de los rayos ultravioletas del sol (entre las 12h y las 17h), cuando el sol alcanza la máxima verticalidad.
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