Las San Silvestres constituyen un pico más de la temporada del fondista. Casi nadie se pierde la liturgia de correr para despedir el año, cada uno con su planteamiento personal.
Está quien, generosamente recompensado por un fijo, se presenta en perfecto estado de revista como Zersenay Tadesse, que triunfó en Luanda (Angola) en una carrera pésimamente organizada, pero muy bien pagada y, por tanto, con un nivel brutal; baste decir que en quinto lugar llegó Haile Gebreselassie. Tadesse hizo 27:44 en 10 kilómetros y Haile -en plena preparación del maratón de Tokio- concluyó en 28:05. También entraría en este grupo el hermano de Kenenisa Bekele, Tariku, que bajo una tormenta venció en la celebérrima San Silvestre de Sao Paulo (43:35 en 15 kilómetros) y superó con facilidad a Matthew Kisorio o Martin Lel.
Hay quien, sin enfocar los entrenamientos, afina la última semana por la responsabilidad adquirida. Suele suceder cuando están en juego títulos honoríficos como el de primer español. Es el caso de Ayad Landasem o Chema Martínez, tercero y cuarto en la magnética San Silvestre Vallecana, e incluso de Jesús España, quinto, quien seguro que no está en forma a estas alturas, pero que salió del Bernabéu con el afán de hacer algo más que cobrar la minuta. Algo parecido le ocurría a José Antonio Redolat, ganador de varias ediciones de la San Silvestre Valenciana sin ser corredor de ruta ni entrenarla específicamente; se trataba, sin embargo, de la carrera navideña más famosa, más mediática de su tierra, y tenía que estar ahí. Resulta irónico que se llevara mayor número de fotos por alguno de esos triunfos, que por su oro en el Campeonato de Europa indoor o por su récord personal de 3:31.19 en 1.500 metros.
Otra variante de la fauna de San Silvestre es la del corredor que hace acto de presencia por motivos contratuales o de club, sin exhibiciones, acumulando kilómetros en busca de objetivos de mayor enjundia, como Manolo Olmedo, que llegó el 14º en Madrid y probablemente no bajó el ritmo de entrenamientos ni el día de antes.
Las reapariciones también son una feliz noticia en San Silvestre. La etíope Tirunesh Dibaba, olisqueando los Juegos Olímpicos de Londres, volvió a competir en la San Silvestre Vallecana casi dos años después de su última prueba oficial y venció con 31:30. Todo un aviso para la doble campeona mundial Vivien Cheruiyot, que por su parte fue la primera clasificada en Bolzano.
Hablando de esta prueba italiana: existe una curiosa clase de corredor invernal que es adicto a una determinada carrera para despedir el año: Serguey Lebid, multicampeón de Europa de cross, sólo se ha perdido una San Silvestre de Bolzano en la última década.
Como todas las competiciones en asfalto a partir de l 15 de diciembre se llaman San Silvestre, los nómadas de la ruta hacen dos, tres, cuatro o las que haga falta, en busca de la paga extra de las Navidades. Son otra subespecie, la de coleccionistas de San Silvestres de nivel autonómico, como Hassan Ahouchar, segundo en Valencia y quinto al otro día en Crevillente, entre otras cosas.
En el apartado de proezas está la victoria en la San Silvestre Vallecana Popular de Recuerdo Arroyo con 34:59 pese a ser veterana C (45 años); o el despliegue de Juan Antonio Cuadrillero, de 41 años (3:44 en 1.500 en su juventud), 2º en la San Silvestre Vallecana Popular con 30:30 y, una hora y media después, el 24º en la San Silvestre Internacional (30:57); encima parece ser que volvió a la salida rodando.
Dejo para el final a José Luis Blanco, el atleta que dio positivo en 2010 por consumo de EPO, quien se ha beneficiado de los atajos de nuestra desastrosa Ley Antidopaje, y ha participado en dos competiciones catalanas que ha ganado entre rumores de sprints amañados. Nada más que añadir sobre él… pero sí sobre este fenómeno social navideño llamado San Silvestre; porque la especie más abundante de corredores es la de participantes anónimos, disfrazados, que dejan las rivalidades a los 100 primeros de cada carrera, y se limitan a disfrutar por las calles en un acto festivo. Dicen que 20 millones de personas en el mundo ha despedido el 2011 al trote. Pues bien, ésa sí que es una cifra esperanzadora y saludable que le hace olvidar a uno las miserias del atletismo.